Esta pregunta ya tiene su respuesta viene aquí creo que es la mas acertada desde mi punto de vista.
Parece una contradicción, el hecho de que nos guste la música triste, si esta provoca en nosotros una de las emociones que más tratamos de evitar en nuestra vida cotidiana.
Musicólogos y filósofos ya se habían percatado hace tiempo de esta tendencia, aparentemente contradictoria del ser humano. La música triste puede producirnos emociones intensas, pero el tipo de tristeza provocada por esta música parece tener un efecto agradable en nosotros, un regusto placentero. En el siglo III a.c Aristóteles introducía la famosa idea de la catarsis, entendida como una suerte de purificación emocional y mental producida por la vivencia de la tragedia griega. Posteriormente el término fue adaptado por Josef Breuer y Sigmund Freud, padres del psicoanálisis, llamando método catártico al trabajo terapéutico centrado en la expresión o rememoración de una emoción o recuerdo reprimido, lo que generaría un “desbloqueo” que supuestamente haría mejorar al paciente.
Al hilo de esta explicación podríamos decir que experimentar una emoción negativa o desagradable a través de la música, el cine o el teatro de alguna manera nos purga de ella. Pero, ¿existe algún estudio que respalde esta hipótesis?, ¿y si a pesar de su aparente similitud, la tristeza relacionada al ámbito de la apreciación artística no fuera la misma que la tristeza experimentada en nuestra vida cotidiana?
En un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology los investigadores se preguntaron ¿Es posible que la música triste nos provoque emociones positivas? Esta aparente contradicción podría explicar muchas cosas así que consiguieron dividir “la emoción musical” en dos dimensiones emocionales distintas: la “emoción sentida” que podríamos definir como aquella que provoca la música en el oyente y “la emoción percibida” la que el oyente cree que la música quiere expresarle. La hipótesis de partida es que la emoción percibida no coincide con la sentida, la música triste se percibe como tal pero la experiencia de escuchar dicha música puede evocar emociones positivas.
MúsicaEl estudio es interesante, lo comentaré brevemente. Se pidió a 44 participantes que escucharan 3 fragmentos musicales de unos 30 segundos cada uno. Los extractos fueron “La Séparation” de Mikhail Glinka (fa menor) , “Sur Mer” de Félix Blumenfeld (sol menor) y el “Allegro de Concerto” de Enrique Granados (do sostenido mayor). Se eligieron estas partituras por dos motivos distintos: Primero, la tonalidad menor, ya que está comúnmente asociada a la música triste, y segundo que son piezas no muy conocidas por el público general por lo que se evita la posible interferencia de recuerdos personales asociadas a la misma.
Lo que hicieron fue que los participantes escucharan un fragmento de una pieza musical y luego respondieran a la pregunta: “¿Cómo se ha sentido al escuchar esta música?” Luego volvían a escuchar la pieza pero en una versión más “alegre“, es decir , cambiando a tonos mayores, y se les pedía que respondieran a la misma pregunta. Después volvía a escuchar la pieza en las versiones tanto “tristes” como “alegres”, a la vez que respondía a preguntas acerca de cómo cree que otros oyentes podrían percibir esta música: “¿Cómo podría otra persona sentirse al escuchar esta música?”
Las respuestas se clasificaron en 62 emociones previamente descriptivas que iban de, por ejemplo, feliz a triste, de activa a solemne, de heroica a nostálgica y también se puntuó su intensidad mediante una escala de 0 (nada) a 4 (mucho). Los resultados comprobaron que las emociones que sentían no se correspondían exactamente con las que percibían, las que creían que la música quería transmitir. A pesar de que una música triste se perciba y se sienta como “trágica” (p. ej., sombría, meditativa o miserable), los oyentes en realidad no la sentían con tanta intensidad como la percibían. Es más, cuando escuchaban música triste, los oyentes también sentían más emociones clasificadas como “románticas” (p. ej., fascinado, querido o enamorado) y “alegres ” (p. ej., contento, animado o con ganas de bailar ) de las que percibían.
Ocurrió lo mismo con la música alegre, las emociones alegres percibidas fueron más valoradas que las sentidas. En general, parece que las emociones percibidas tienden a valorarse más que las emociones sentidas. Al escuchar música triste parece que se produce una “separación” entre los dos tipos de emociones, sentidas y percibidas. Pero, ¿cómo se explica este fenómeno?
En nuestro día a día experimentamos emociones que tienen una conexión directa con un objeto, persona o situación que la produce, existe una atribución directa. Lo que experimentamos cuando escuchamos música triste, o vemos una película triste, o leemos una novela triste, son “emociones vicarias”. No hay un objeto o situación que provoque la emoción directamente. En lugar de esto, la vivencia emocional se hace a través de las experiencias de otras personas inducidas mediante música, película o novela. Estas emociones vicarias vividas por el sujeto están libres del condicionamiento directo a la experiencia desagradable que las produjeron, pero presentan cierto grado de similitud con las que resultarían de la experiencia directa.
Este estudio pone de relieve la necesidad de profundizar más en el conocimiento de las emociones vicarias y como esto nos ayudaría a entender mejor fenómenos emocionales complejos como nuestra sensibilidad a necesidades o amenazas más allá de las palpables o reales. Entender que cuando nos emocionamos por la belleza de una canción, triste o no, experimentamos un aspecto muy profundo de nuestro ser emocional que remueve nuestras experiencias, vivencias, conceptos e ideas sobre el significado y la importancia de esa experiencia artística, pero sobre todo, sobre nosotros mismos como seres humanos.
Aprovechando este post quería disculparme por mi agresividad en los mensajes que escribí la semana pasada...
No pasa nada no te preocupes estamos acostumbrado a la agresividad en foro libre.
Saludos.