Internet recuerda a las colonias europeas de los siglos XVI, XVII y XVIII. Tenemos los grandes centros de espionaje de los Estados (la NSA, por ejemplo), más las grandes empresas de Internet (Google, Apple, Facebook, Microsoft) que controlan en la práctica gran parte del comercio en la red, pero que dependen, en último término, de la autorización de los Gobiernos.
A su vez, unos y otros cuentan con empresas de seguridad (Booz Allen Hamilton, Lockheed Martin) que les ayudan a hacer su trabajo, combatir a rivales, y también a espías extranjeros y a potenciales terroristas. Finalmente, tenemos puros piratas, delincuentes informáticos, como los responsables de la empresa Liberty Reserve. O los integristas islámicos que charlan en sus chats cerca de cómo: 1) Moler a palos a sus mujeres; 2) Tratar de cometer alguna matanza.
Así que Google, Yahoo!, etcétera, no son más que las 'chartered companies', es decir, empresas a las que los Estados daban el monopolio de la colonización o el comercio con ciertos territorios.
Es decir, los equivalentes de la británica Compañía del Mar del Sur, que provocó la que tal vez sea la mayor 'burbuja' especulativa de la Historia, fundamentalmente en torno al comercio de esclavos negros desde África hacia las colonias españolas de América. O la Compañía de las Indias Orientales llegó a gobernar nada más y menos que lo que hoy es India, Pakistán y Bangladesh durante 100 años. O los 'rajás blancos' de Sarawak, que gobernaron a su aire durante lo que hoy es parte de Brunei (un país riquísimo por su petróleo) durante más de un siglo. El fundador de la dinastía, Lord James Brooke, es un individuo que ha servido de inspiración para algunos de los libros más memorables del siglo XIX, desde 'El hombre que pudo ser rey', de Kipling, hasta 'Lord Kim', de Conrad (y tal vez 'El corazón de las tinieblas', de ese mismo autor, y su versión cinematográfica, 'Apocalypse Now', de Coppola), pasando por la serie de 'Sandokan' de Salgari.
¿Cómo protegían esas empresas y esos Gobiernos sus intereses comerciales? Por un lado, con sus flotas. Pero eso no bastaba. Así que recurrieron al corso. Un corsario era un individuo autorizado legalmente a realizar la piratería, siempre y cuando ésta fuera contra los enemigos de su Rey. Algunos, como sir Francis Drake, alcanzaron una fama y poder enormes. A este respecto, recuerdo el caso de un asturiano (como yo) que, después de que los ingleses le robaran su barco, se hizo corsario. Sin embargo, después de haber saqueado el primer barco inglés, decidió dejarlo y devolver al Rey su patente de corso, porque ya había recuperado con creces sus pérdidas. Un británico o un holandés, probablemente, estimulado por ese éxito, habría seguido atacando barcos. Y es que el espíritu capitalista no abunda en nuestros genes. Así no se convierte uno en Francis Drake en el siglo XVIII, ni se crea L-3 en el XXI.
Por último, estaban los piratas y bucaneros, que no eran más que delincuentes. Las 'chartered companies' y los corsarios eran eficaces porque permitían multiplicar el poder de los Estados. Pero también eran problemáticas. Más que nada, porque se pasaban el día peleando entre ellas (y entre ellos), y a veces también con los Estados. No son fiables. Es lo que ha pasado con Booz Allen Hamilton y las filtraciones de la actividad de la NSA.
Por eso es tan complicada la situación de la seguridad en Internet. Hay muchas partes involucradas. Y encima está la tecnología. El sitio más famoso en el que se refugiaban los piratas, la Isla de la Tortuga, es hoy virtual y, por tanto, es teóricamente imposible de eliminar.
A su vez, todo depende de que el país (la Corte, en el siglo XVII) esté bien organizado o no. Los británicos, los franceses y los coreanos del Sur, por ejemplo, tienen sistemas muy centralizados de espionaje online, de acuerdo a lo que me ha contado gente de esa industria en estos días. Japón, sin embargo, apenas practica este tipo de recolección de inteligencia, porque su Constitución limita el poder de su Estado.
Y China es un caso especial. Aunque solemos pensar que Pekín tiene un sistema de ciberespionaje impecable, la realidad, según personas que lo conocen, no es así. Aparentemente, el Ministerio de Seguridad Estatal, el Ejército Popular de Liberación (y, dentro de él, su Segundo y tercer departamento), y el Ministerio de Seguridad Pública se pasan tanto tiempo peleando entre ellos como tratando de extraer información de terceros países y de disidentes internos.
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/06/16/economia/1371405618.html?a=8e6a868800718a1e18a3c502f22be8f7&t=1371412777&numero=