En plena crisis del PC nos encontramos que, paradójicamente, las versiones más amables de Linux tienen mucho futuro por delante. Una opinión subjetiva sobre este sistema operativo
Doy clases de fotografía en una Escuela de Arte en la que hay varios equipos que utilizan software libre. Entre otras cosas porque Linux logra exprimir hasta el límite a los viejos ordenadores. Algo que es importante para muchos centros educativos teniendo en cuenta los recortes presupuestarios de estos últimos años.
Utilizando uno de los ordenadores de la escuela eché un vistazo en las propiedades del sistema. Me percaté de que aquella máquina era una pieza de museo: ¡estaba trabajando con un PC equipado con un procesador Pentium 4! Para hacerse una idea de lo que eso significa basta con decir que el último procesador de esa clase se fabricó hace ocho años.
Sin embargo, aquel viejo ordenador funcionaba con una fluidez admirable a la hora de navegar por internet y usar herramientas de ofimática. De hecho, lo hacía incluso mejor que el portátil de gama básica equipado con Windows 10 que compré hace seis meses. El sistema operativo que logró revivir a esa vieja máquina era Ubuntu, la distribución más popular con diferencia de Linux.
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