La Junta Directiva de la SGAE acaba de destituir a Antón Reixa como presidente de la entidad. La votación, precedida de un tenso debate, se ha saldado con 25 votos en contra de su continuidad, 12 a favor y una abstención. Después de un año de haber convocado elecciones, haber elegido a un nuevo presidente, Antón Reixa, y haber intentado por todos los medios cambiar la imagen y las formas de la SGAE, la entidad ha llegado a un punto de ingobernabilidad absoluta. Por eso, en la reunión de la Junta que debía votar su continuidad (por segunda vez formalmente, y tercera si se tiene en cuenta el plebiscito en el que se convirtió la pasada Asamblea), Reixa ha empezado por ofrecer la convocatoria de elecciones anticipadas para otoño. Una forma de ganar tiempo y, de paso, devolver la legitimidad a las urnas y no a los intereses de una Junta profundamente dividida.
Las próximas elecciones se realizarán en un par de meses por decisión de la junta. Como interino ha quedado el guionista director Miguel Hermoso, por ser la persona de mayor edad de los cuatro vicepresidentes, según establecen los estatutos.
Antes de irse, por última vez en su coche oficial, Reixa ha atendido a los periodistas en la puerta de la sede y ha dicho que "en la SGAE hay una lucha de poder que va más allá de lo legítimo". Reconoce que ha notado la sombra del pasado en los últimos movimientos en su contra, debido a la "confluencia de intereses de los nostálgicos del pasado y los ambiciosos del futuro". El expresidente de la SGAE ha reconocido errores en su gestión pero ha subrayado que el detonante fue " hacer público y desarmar la llamada rueda de la televisión", en referencia a los once socios que él señala por supuestas prácticas fraudulentas en el cobro de derechos de autor en los programas de madrugada.
La reunión, como todas las anteriores, ha sido tensa. Fermín Cabal y José Miguel Fernández Sastrón han cargado duramente contra Reixa. Miguel Ríos también le ha recriminado al presidente que no hubiera consultado con el colegio de pequeño derecho (músicos) antes de lanzar su carta contra 11 socios que, según él, realizaban prácticas fraudulentas con los derechos que genera la música de los programas televisivos de madrugada. Ríos, incluso, ha afirmado que pensaba dimitir hoy mismo. El nivel de intereses particulares y acusaciones cruzadas ha llegado hasta extremos que, según un asistente, el presidente de la fundación Autor, Antonio Onetti, ha pedido despachos y teléfonos para los vicepresidentes.
Durante el año de gobierno de Reixa, algunos de sus colaboradores más cercanos, como el propio Onetti o Fermín Cabal, se han ido desmarcando de su lado. Le han acusado de presidencialista, de no contar con su opinión y han llegado a pedir por carta “una salida honorable” para él. La dimisión, vaya. Su viejo rival en las pasadas elecciones, José Miguel Fernández Sastrón (que ya se ha presentado y no podría volver a hacerlo en caso de que se celebraran ahora), ha continuado haciendo oposición desde la Junta con el colegio de pequeño derecho apoyándole en bloque. La unidad de los editores, que solían votar en grupo, ha ido resquebrajándose. A todo ello ha contribuido decisivamente las numerosas torpezas de Reixa con los nombramientos, sus salidas de tono y las cifras económicas de al entidad, en caída libre.
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