La formidable historia de Eduardo Morillo nace, como muchas otras, de una amistad. "A finales septiembre, mi mejor colega me comentó que me apuntara a un concurso para flipados del Pro Evolution como nosotros". Sin tiempo para pensarlo mucho -el concurso arrancaba en cuestión de días-, este joven de 24 años, que vive en Getafe, estudia Magisterio y reparte su tiempo libre entre la consola y los campos de tierra de su barrio, aceptó el reto de Konami, que buscaba al mejor jugador, aquel que dominara el Pro pero que también supiera jugar al fútbol. Eduardo encajaba en ese perfil: "Soy fan desde niño del Pro, no juego a otra cosa. Y desde los siete años llevo un balón pegado al pie, primero en la categoría de infantiles del Getafe y después en los equipos amateur de mi barrio, Perales del Río".
El ganador viajaría a Tokio, donde los creativos de Konami captarían sus movimientos y atributos físicos para después introducirlos en la última actualización del juego, disponible desde el 20 de diciembre. Una iniciativa inédita en el mundo de los videojuegos.
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