La renovación total o parcial de componentes es una práctica habitual en el mundo de la informática de consumo. Muchos usuarios optan por actualizar determinadas partes de su PC en lugar de adquirir o de montar un equipo totalmente nuevo, una medida que permite dar una segunda o incluso una tercera vida a un sistema sin tener que hacer un gran desembolso.
Por lo general los ciclos de renovación de componentes dependen en gran medida del uso que vayamos a dar a cada equipo. Un PC básico pensado para ofimática y tareas sencillas por lo general tendrá un ciclo de renovación mucho más largo que un equipo pensado para juegos, ya que las aplicaciones que mueve el primero son mucho más ligeras y sus requisitos no suelen aumentar de forma drástica con el paso del tiempo.
Esta idea se puede entender mejor con un ejemplo sencillo: un PC de 2007 equipado con un procesador Core 2 Duo puede trabajar todavía a la perfección con aplicaciones de ofimática, reproducir contenidos multimedia y ofrecer una buena experiencia de uso en navegación web. Sin embargo, ese mismo PC no ofrece un buen rendimiento en juegos actuales, ni siquiera combinado con una tarjeta gráfica de última generación.
Cuando tenemos un equipo que no es demasiado antiguo renovar un único componente sin generar desequilibrios puede ser perfectamente viable, sobre todo si vamos a darle un uso “básico”, pero en aquellos casos en los que los componentes tienen ya varios años encima lo más probable es que sea imposible hacer una renovación parcial equilibrada sin tener que cambiar más de un componente.
En este artículo vamos a hablar de esa cuestión partiendo de la relación de dependencia que une a cada componente dentro de un PC, y os daremos una serie de claves que os ayudarán a afrontar renovaciones totales o parciales de componentes con todas las garantías.
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