El cambio de un disco duro a SSD es una de las actualizaciones recomendadas que un usuario puede realizar para mejorar el hardware de su equipo. Las ventajas de las unidades de estado sólido como solución principal de almacenamiento masivo ya las conoces y comienzan en unas velocidades de transferencia de datos que -como mínimo- triplican la entregada por los discos duros y permiten mejores tiempos de arranque del sistema operativo, en el acceso a las aplicaciones o en los reinicios desde modos de suspensión o hibernación.
La ausencia de partes móviles les permite reducir el ruido emitido, la emisión calorífica y el consumo, mientras que formatos avanzados como los que se conectan a la interfaz PCIe, permiten mejorar aún más el rendimiento más allá de la interfaz SATA. Si a las ventajas señaladas unimos la mejora de su robustez y resistencia a fallos y a una constante bajada de precios, podemos entender porqué las ventas de SSD siguen creciendo.
Reemplazar físicamente un disco duro por una SSD en un portátil es sencillo como vimos en este artículo. Lo mismo si apuestas por colocarla en un PC de sobremesa (sola o junto al disco duro), pero ¿cómo resolvemos el apartado del software?
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