El término troll, referido a la persona que publica mensajes ofensivos en foros, blogs o redes sociales para molestar al autor o a sus lectores, nace a finales de los años 80. Esta molesta figura ha alcanzado cotas insospechadas: algunos se hacen pasar por los niños fallecidos a los que algunas páginas de Facebook, creadas por familiares, rinden tributo. Otros se dedican a insultar a niños con síndrome de down. Algunos afirman que se sienten mejor consigo mismos al criticar el peso de los demás, ajenos al daño que les pueda suponer. ¿Por qué nos convertimos en personas despiadadas cuando nos parapetamos tras la pantalla de nuestro ordenador? ¿Es internet el lugar perfecto en el que sacar a la luz nuestro lado más oscuro, codificado en código binario?
"El funcionamiento mental de los trolls que proliferan por internet es comparable al de tantas personas que utilizan las redes sociales para intentar seducir desde el anonimato. La pantalla del ordenador protege la realidad del sujeto, su cuerpo sexuado y agresivo. Una persona con inhibición sexual en sus relaciones reales, cuerpo a cuerpo, podrá mostrarse ingenioso en la red y seleccionar sus mejores fotos para seducir. Sin embargo, en la realidad no encontrará photoshop que le ayude a maquillar su impotencia. De la misma manera, un troll podrá criticar y dañar a cualquier persona si se siente protegido tras una pantalla. Su crítica solo transmitirá su impotencia para hacerse cargo de sus emociones de manera saludable y constructiva. En la realidad, se comporta como un niño caprichoso e impotente, pero en internet podrá mostrar su violencia sintiéndose poderoso e impune", nos cuenta el psicólogo clínico Luis Manuel Estalayo Martín.
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