El Gobierno estadounidense está decidido a poner contra las cuerdas a la industria de los semiconductores china. Los chips son estratégicos para las grandes potencias por el profundo impacto que tienen en su economía, pero también debido a que están íntimamente ligados a su desarrollo tecnológico a corto y medio plazo. En esta tesitura los circuitos de alta integración más avanzados tienen un rol protagonista, y Estados Unidos está haciendo todo lo que está en su mano para impedir que China sea capaz de desarrollarlos.
Sin embargo, su campo de actuación está limitado. Y lo está porque los equipos fotolitográficos más avanzados que podemos encontrar actualmente en las fábricas de chips de TSMC, Intel y Samsung, que son los mayores productores de semiconductores del planeta, no son estadounidenses; son holandeses y japoneses. Eso sí, incorporan componentes de origen estadounidense, lo que permite al Gobierno de Joe Biden incrementar la presión que es capaz de ejercer sobre sus socios.