
En pleno siglo XXI, en un mundo cambiante y cada vez más dependiente del plano digital, la ciberdelincuencia se ha erigido en uno de los grandes enemigos a batir, en un peligro invisible, difícil de detectar, con la capacidad de propagación de un virus, y capaz de hacer más daño que algunas de las armas físicas más poderosas que existen. Sin embargo, en ese esquivo campo de batalla la Guardia Civil se anotaba el pasado otoño un tanto importante. Agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Benemérita detenían entonces en Asturias y Sevilla a dos personas como presuntas responsables de un centenar de ciberataques a Administraciones Públicas y entidades privadas, tanto españolas como radicadas en otros países. Ambos están señalados como autores de la obtención de accesos no autorizados a bases de datos, redes informáticas y credenciales, ofreciendo la venta de los mismos en los mercados del cibercrimen.