En distintos artículos se ha reivindicado por aquí el considerable placer sensorial de la tecnología caduca. Cassettes, VHS y, cómo no, videojuegos. La muy respetable opción de disfrutar de los juegos anteriores a la Playstation 3 (que ni siquiera hace falta que nos vayamos a los setenta) solo a base de emuladores es muy respetable, pero francamente, quien no haya palpado las rugosidades e imperfecciones táctiles y visuales del cartucho, el joystick, el disquette, el monitor de tubo, la máquina recreativa, el cassette multicarga o el teclado con teclas de goma, se pierde la mitad (o más) de la fiesta.
En la tecnología caduca hay algo inherentemente atractivo en lo táctil y lo sonoro del propio hardware: el plástico, el metal, los interruptores y el suave zumbido de los monitores conforman una banda sonora tan característica como el chiptune que acompaña a los propios juegos. Es una sensación que las consolas nuevas, con sus diseños funcionales y sobredimensionados, sencillamente no pueden replicar.