En los últimos años una serie de aviones en miniatura o microvehículos aéreos (MAV, por sus siglas en inglés), basados en la misma física utilizada por los insectos voladores, han sido presentados al público.
Un laboratorio de la Universidad de Pennsylvania mostró recientemente un tipo de drones programado para comportarse como un enjambre, una red de 20 ‘nano-quadrotors’ (minúsculos helicópteros propulsados por cuatro rotores) que vuelan en formaciones sincronizadas.
El temor se desató en 2007 cuando los informes sobre extraños objetos voladores flotando por encima de las protestas en contra de la guerra despertaron acusaciones de que el Gobierno de EE. UU. estaba desarrollando en secreto estos insectos robóticos espías.
En 2008 la Fuerza Aérea de EE. UU. mostró espías del tamaño de insectos, pequeños como abejorros, que no se detectan en los edificios, y que son capaces de “fotografiar, grabar, e incluso atacar a insurgentes y terroristas”. Cabe recordar que en 2008 la agencia de investigación militar DARPA llevó a cabo un simposio para discutir sobre insectos, robots y armas biológicas.
Y EE. UU. no es el único país que ha invertido dinero en la miniaturización de aviones no tripulados para usarlos como espías. Países como Francia, Holanda e Israel han desarrollado drones que simulan el aleteo de aves.
Según opinan expertos como el zoólogo Richard Bomphrey, de la Universidad de Oxford, la naturaleza ha resuelto el problema de crear máquinas voladoras en miniatura, y asegura que si aprendemos de los insectos “lograremos crear una nueva serie de vehículos de vigilancia que, debido a su tamaño y su capacidad de volar como insectos, se podrán camuflar completamente en nuestro entorno”.