Los tribunales, a veces, se equivocan. Y cuando lo hacen, generan leyes y jurisprudencia absurda, y lo que nos toca es plantearnos qué es lo que perdemos todos con la aplicación de las mismas. En este caso, el error es de bulto, grave, capaz de subvertir la esencia de la red tal y como la conocemos, o de comprometer algo tan importante y tan legítimo como el derecho de las personas a obtener información veraz y no sometida a filtros.
14-05-2014 -
Que la red ofrezca información que no nos gusta cuando buscamos nuestro nombre en ella es algo que nos puede pasar a todos. Yo mismo eliminaría unas cuantas páginas que ofrecen información incorrecta o que no me gusta sobre mí, publicada por error, procedente de malas interpretaciones, o directamente con mala intención. Seguramente, en algunos casos, incluso denunciable. Sin embargo, no lo hago. Y no lo hago no porque esa información sea más o menos importante, sino porque entiendo que lo que un buscador debe hacer es buscar. Si la información realmente no debería estar ahí, podría irme a la fuente en la que se publicó y reclamar su borrado, pero nunca ir a quien la indexa, porque lo único que hace – y lo único que debe hacer – es eso, indexar lo que hay.
Como usuario de un buscador, valoro enormemente que esa herramienta sea capaz de ofrecerme lo que la red – toda la red – dice sobre un tema o una persona determinada. La propuesta de valor de ese buscador se debilita si únicamente puede ofrecerme aquello que “alguien ha decidido que quiere que aparezca”. La idea de pasearme por las hemerotecas arrancando páginas de periódicos porque la información que ofrecieron era errónea o simplemente no me gusta me parece alucinante, totalmente digna del “Ministerio de la Verdad” imaginado por George Orwell en “1984“.
Lo que Mario Costeja ha conseguido es matar la propuesta de valor de una de las herramientas más importantes que ha creado la civilización humana: la que permitía acceder a toda la información. Su empecinamiento en censurar a los buscadores y en eliminar de ellos esta referencia ha generado un precedente que nos lleva a que, a partir de ahora, ya no podamos confiar en que un buscador – Google, o el que sea, incluyendo los que se puedan desarrollar a partir de ahora – nos devuelva información veraz y no sesgada. Se empieza por “elimina esto porque ya no es cierto”, se sigue por “esto no quiero que salga porque me desacredita”, y se termina por “elimina los enlaces a esa foto porque me han sacado por mi lado malo”. Es, sencillamente, una barbaridad, una estupidez, un intento de defender un supuesto derecho de los individuos, exagerado hasta la hipérbole, perjudicando el derecho de todos a acceder a la información. Lo que se supone que va a ocurrir ahora no es que la información que molesta a sus protagonistas desaparezca, sino que tendremos que utilizar herramientas que nos pongan una especie de “venda en los ojos”, que solo podremos ver lo que determinadas personas quieren que veamos. Eso no es un derecho: es una aberración.
El olvido no es un derecho. El olvido es un proceso fisiológico que tiene lugar en el cerebro del que olvida, no algo que tenga lugar en función de los deseos del olvidado. No se olvida cuando alguien quiere que se olvide, se olvida por otros motivos. No nos pueden obligar o olvidar, y plantearlo es sencillamente atroz. Otorgar a alguien el supuesto derecho a “borrar su pasado” no tiene ningún sentido, y mucho menos si lo que hacemos es eliminarlo no de las fuentes, sino de las herramientas que lo indexan. Lo que tenemos que plantearnos ahora es qué va a pasar cuando semejante planteamiento absurdo caiga en manos de los poderosos, de los gobiernos, y de los que de verdad tienen un interés serio por “modificar” su pasado y el modo en el que este aparece en la red. Esperar y ya veréis qué bonito, cuando la red se pueble de informaciones eliminadas porque a una empresa no le gustaba lo que un usuario decía de ella y ha logrado una orden que le permite quitarlo de los resultados de búsqueda. Ya veréis… una delicia. Cuando las órdenes de retirada de enlaces a contenidos se cuenten por cientos de miles, o por millones. Cuando se genere una “internet paralela” que nadie pueda indexar. Muchas gracias, Mario Costeja, espero que te cunda tu “derecho al olvido”.
Con el tiempo, vamos a abominar intensamente este supuesto “derecho” que Mario Costeja y el TJUE se han sacado de la manga. Bienvenidos a un mundo infinitamente menos transparente, en el que la información “desaparecerá” misteriosamente en virtud de todo tipo de “preferencias”. Ya veremos qué tipo de derechos protegemos, de quiénes, y qué bonito va a ser el mundo cuando por obligación tengamos que verlo todo a través de un cristal de color rosa…
(This article is also available in English in my Medium page, “Thank you Mario Costeja, but we won’t be forgetting you anytime soon…“) REPRODUCIDO DEL BLOG DE ENRIQUE DANS
http://www.internautas.org/html/8272.html
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