Si hacemos caso a la teoría, la economía conductual tiene tanto de psicología como de economía en sí misma. Ya desde el seminal ‘The Theory of Moral Sentiments’ (Adam Smith, 1759) queda claro que nuestra forma de pensar, guste o no, se traduce limpiamente en cómo compramos, en nuestra forma de gastar y ahorrar.
¿Cómo interpreta nuestro cerebro entonces lo gratuito? Sin coste capital ni intereses, la amortización es segura desde el primer instante. O, dicho de otro modo, nadie debería quejarse por un juego gratis. En teoría. No son pocos los juegos que detrás de una apariencia adictiva y desenfadada, apelando a la recompensa inmediata y frugal, esconden pasarelas de pagos que convierten cada minuto en una argolla.
Si quieres mejorar el escudo, paga. Si quieres aumentar tu ratio de victorias, paga. Si quieres ahorrar todo ese tiempo cosechando rábanos, paga. Si quieres acceder a esa arena especial, paga la entrada. Y el traje del personaje. Lo que se conoce como “freemium” o “pay to win”. Claro que, entre el “todo gratis” y el “paga por todo” cohabita una enorme escala de grises.
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