Un cerebro humano es una máquina descomunal. Está compuesto por unos cien mil millones de neuronas, que a su vez tienen de media unas mil conexiones con otras de sus compañeras. Un ejemplo para entender la potencia de ese artefacto que todos llevamos sobre los hombros: para simular una sola de esas células nerviosas hace falta la potencia de un ordenador portátil.
Hace medio siglo, el escritor Philip K. Dick planteaba que en 2001 podríamos preguntarnos si los androides sueñan con ovejas eléctricas. Hoy, los ordenadores hacen cosas espectaculares, pero nada remotamente parecido a recrear una mente humana. En ese camino para conocer cómo funciona el cerebro, producir algún tipo de inteligencia artificial y muchas otras cosas, los científicos han tenido que reducir el problema para hacerlo abarcable.
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