La búsqueda se realiza en silencio, para no levantar sospechas
"¿Y usted sabe dónde están? ". Séverine, como muchos residentes de la zona de Villers-Cotterets, a 80 km al norte de París, vive con el temor de que salga en su jardín o en la esquina de su calle uno de los hermanos Kouachi, a quienes buscan activamente en esta zona boscosa.
La escena se repite decenas de veces durante este jueves en las calles de Corcy, pueblo de 360 habitantes enclavado en medio del bosque. Sus tranquilos ciudadanos contemplan con temor cómo en grupos de cuatro o cinco hombres, policías y gendarmes, unidades de élite y miembros del GIGN (Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional), vestidos con ropas de protección, cercan una caseta de jardín, un garaje o cualquier otro rincón que pueda haber sido utilizado como escondite por los sospechosos.
Los integrantes de este dispositivo miran a través del visor de sus armas automáticas apuntando al lugar donde podría estar alguno de los hermanos, sospechosos del ataque contra el semanario satírico 'Charlie Hebdo' en París, mientras que otros agentes, con casco, chaleco antibalas hasta el cuello, avanzan con cautela por la zona para no levantar sospechas.
Todo el seguimiento se realiza en silencio. Gendarmes y policías se comunican por radio y gestos. A veces van acompañados por un médico.
A medida que el sol se pone, en esta zona frondosa la búsqueda se hace aún más difícil. La policía y los gendarmes encienden antorchas para iluminar la entrada de un cementerio, un poco después de peinar el área alrededor de un estanque.
Entre el temor y la incertidumbre
En medio de este despliegue, los habitantes del pueblo se encuentran entre la incredulidad y el miedo. "Por lo general no hay lugar tan tranquilo como este pueblo, ni siquiera se ve un conejo en las calles con muros de piedra", testifica Severine, que acompañó a su hija a esperar el autobús escolar.
"Vivimos al lado del bosque," dice Roseline, la abuela. "Me temo que cae la noche y que pueden estar ocultos en las inmediaciones", añade.
"Temo por mí", agrega Michel, un conductor de 55 años. "Me fui de la casa, cerré las persianas, pero los alrededores están llenos de cuevas donde los hermanos Kaouchi podrían esconderse".
"Es francamente aterrador", exclama Carole a su lado, un peluquero de perros que viajó todo el día visitando a clientes y viendo los helicópteros de la policía sobrevolar la región y convoyes atravesando la carretera. "No entiendo: la policía va vestida de policía, pero imagine que nos encontramos frente a ellos, ¿qué hacemos?" se pregunta.
Un estudiante de la región, con una pequeña cámara GoPro y un ordenador portátil, incluso decidió echar una mano a la policía. "Quiero realmente hacer algo para ayudar, aunque yo no tengo los medios. Sé que éstas son personas peligrosas pero no lo tengo en cuenta", dijo, temerario.
Ha podido, eso sí, filmar la desgracia de dos automovilistas que fueron detenidos por la policía al volante de su Clio. Fueron obligados a salir del vehículo con las manos en la cabeza para hacerles un control de identidad. En la cercana ciudad de Crépy-en-Valois, el baile incesante de coches de policía ha alimentado la psicosis.
Según varios testigos, muchas tiendas han cerrado todo el día por miedo de encontrarse cara a cara con las personas buscadas. "Sobre todo por saber que están alrededor. ¿Van a suicidarse?", se pregunta Jonathan, de 28 años, empleado en una tienda de telefonía móvil.
La escena se repite decenas de veces durante este jueves en las calles de Corcy, pueblo de 360 habitantes enclavado en medio del bosque. Sus tranquilos ciudadanos contemplan con temor cómo en grupos de cuatro o cinco hombres, policías y gendarmes, unidades de élite y miembros del GIGN (Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional), vestidos con ropas de protección, cercan una caseta de jardín, un garaje o cualquier otro rincón que pueda haber sido utilizado como escondite por los sospechosos.
Los integrantes de este dispositivo miran a través del visor de sus armas automáticas apuntando al lugar donde podría estar alguno de los hermanos, sospechosos del ataque contra el semanario satírico 'Charlie Hebdo' en París, mientras que otros agentes, con casco, chaleco antibalas hasta el cuello, avanzan con cautela por la zona para no levantar sospechas.
Todo el seguimiento se realiza en silencio. Gendarmes y policías se comunican por radio y gestos. A veces van acompañados por un médico.
A medida que el sol se pone, en esta zona frondosa la búsqueda se hace aún más difícil. La policía y los gendarmes encienden antorchas para iluminar la entrada de un cementerio, un poco después de peinar el área alrededor de un estanque.
Entre el temor y la incertidumbre
En medio de este despliegue, los habitantes del pueblo se encuentran entre la incredulidad y el miedo. "Por lo general no hay lugar tan tranquilo como este pueblo, ni siquiera se ve un conejo en las calles con muros de piedra", testifica Severine, que acompañó a su hija a esperar el autobús escolar.
"Vivimos al lado del bosque," dice Roseline, la abuela. "Me temo que cae la noche y que pueden estar ocultos en las inmediaciones", añade.
"Temo por mí", agrega Michel, un conductor de 55 años. "Me fui de la casa, cerré las persianas, pero los alrededores están llenos de cuevas donde los hermanos Kaouchi podrían esconderse".
"Es francamente aterrador", exclama Carole a su lado, un peluquero de perros que viajó todo el día visitando a clientes y viendo los helicópteros de la policía sobrevolar la región y convoyes atravesando la carretera. "No entiendo: la policía va vestida de policía, pero imagine que nos encontramos frente a ellos, ¿qué hacemos?" se pregunta.
Un estudiante de la región, con una pequeña cámara GoPro y un ordenador portátil, incluso decidió echar una mano a la policía. "Quiero realmente hacer algo para ayudar, aunque yo no tengo los medios. Sé que éstas son personas peligrosas pero no lo tengo en cuenta", dijo, temerario.
Ha podido, eso sí, filmar la desgracia de dos automovilistas que fueron detenidos por la policía al volante de su Clio. Fueron obligados a salir del vehículo con las manos en la cabeza para hacerles un control de identidad. En la cercana ciudad de Crépy-en-Valois, el baile incesante de coches de policía ha alimentado la psicosis.
Según varios testigos, muchas tiendas han cerrado todo el día por miedo de encontrarse cara a cara con las personas buscadas. "Sobre todo por saber que están alrededor. ¿Van a suicidarse?", se pregunta Jonathan, de 28 años, empleado en una tienda de telefonía móvil.
Fuente: http://www.elmundo.es/internacional/2015/01/08/54aeea68e2704e60238b4577.html
Mi más sentido pésame por el atentado en Francia