Trofim Lysenko, pseudociencia soviética contra Darwin y Mendel
En 1971, el estadounidense Loren Graham estaba en Moscú investigando sobre su especialidad, la historia de la ciencia en Rusia. Un día se dirigió a almorzar al palaciego comedor de la Academia Rusa de Ciencias mientras rumiaba la frustración de no haber sido recibido por una figura clave de la época de la ciencia estalinista, un personaje al que había dedicado años de estudio: Trofim Lysenko.
La vernalización practicada por Lysenko consistía en un tratamiento de frío y humedad aplicado a las semillas invernales de trigo.
En 1971, el estadounidense Loren Graham estaba en Moscú investigando sobre su especialidad, la historia de la ciencia en Rusia. Un día se dirigió a almorzar al palaciego comedor de la Academia Rusa de Ciencias mientras rumiaba la frustración de no haber sido recibido por una figura clave de la época de la ciencia estalinista, un personaje al que había dedicado años de estudio: Trofim Lysenko.
La vernalización practicada por Lysenko consistía en un tratamiento de frío y humedad aplicado a las semillas invernales de trigo.
De repente, lo vio. Lysenko estaba allí sentado, solo, en una mesa al fondo del comedor. Graham se sentó disimuladamente junto a él, ordenó su almuerzo y comenzó a comer en silencio, hasta que por fin se atrevió a presentarse. Lysenko conocía su nombre y sus trabajos, pero le acusó de haber cometido serios errores respecto a él.
“Usted está equivocado en su interpretación de mí”, le dijo, según narra Graham en su libro Lysenko’s Ghost: Epigenetics and Russia (Harvard University Press, 2016). “Piensa que soy parte del sistema opresor soviético, pero siempre he sido ajeno a ello”, alegó. Lysenko se apresuró a negar la acusación más negra que pesaba sobre él: su responsabilidad en las muertes de miles de biólogos rusos.
¿Quién era aquel misterioso personaje de pasado oscuro que en 1971 almorzaba en soledad? El propio Graham confiesa a OpenMind que se siente incapaz de definir a Lysenko en pocas palabras. “Si pudiera hacerlo, no habría pasado años investigando sobre él”, dice.
INVESTIGACIONES SOBRE CULTIVOS
Trofim Denisovich Lysenko (29 de septiembre de 1898 – 20 de noviembre de 1976) llevaba muy a gala su origen humilde y campesino. Nacido en Ucrania, allí comenzó sus investigaciones sobre una materia que le interesaba por tradición familiar, pero que también interesaba a la inmensa y hambrienta Unión Soviética: cómo conseguir cultivos adaptados a los crudos inviernos rusos.
Por entonces, los agrobiólogos se guiaban por la selección natural definida por Charles Darwin y las leyes de la herencia enunciadas por Gregor Mendel para tratar de comprender la influencia de genética y ambiente en la relación entre genotipo y fenotipo. Estos estudios tenían un objetivo final práctico, obtener variedades agrícolas que permitieran aumentar las cosechas a lo largo del año.
El joven Lysenko parecía un científico prometedor. En 1928 publicó un estudio de gran impacto sobre la vernalización, término que acuñó para describir un proceso que convertía el trigo de invierno en trigo de primavera. Desde antiguo los agricultores conocen la distinción entre ambos: mientras que el segundo puede plantarse directamente en la primavera, el primero necesita un moderado frío invernal para estimular su crecimiento.
El joven Lysenko parecía un científico prometedor.
La vernalización practicada por Lysenko consistía en un tratamiento de frío y humedad aplicado a las semillas invernales que permitía plantarlas en primavera, facilitando la obtención de cosechas si un invierno demasiado gélido arrasaba los cultivos. Aunque Lysenko no era el primero en lograr esta adaptación, sus resultados alcanzaron una gran resonancia en la URSS, siendo elogiados por científicos de gran prestigio como el botánico y genetista Nikolai Vavilov.
Sin embargo, fue en la década de los 30 cuando Lysenko comenzó a apartarse de la ciencia. Varios experimentos emprendidos entonces le llevaron a afirmar que las semillas condicionadas engendraban nuevas generaciones de plantas adaptadas a la siembra en primavera sin necesidad de tratamiento. En otras palabras, que la vernalización, un rasgo adquirido por influencia ambiental, podía transmitirse a la descendencia.
EL LYSENKOÍSMO
La propuesta chocaba con todo lo que se conocía sobre la evolución darwiniana y la herencia mendeliana. Lysenko encontró una fácil solución: negar a Darwin y Mendel. Las ideas de Lysenko entroncaban con la vieja teoría del francés Jean-Baptiste Lamarck sobre la herencia de caracteres adquiridos, aunque Lysenko se esforzaba en afirmar que su teoría no era lamarckista. De hecho, encontró un marco más adecuado para sus propuestas: el comunismo.
Frente a la herencia mendeliana, determinada por los genes desde antes del nacimiento, Lysenko defendía un sistema donde el ambiente podía conseguir cualquier cosa. Frente a la competición darwinista, proponía que las plantas cooperaban entre sí. Aunque nunca pretendió aplicar sus teorías al ser humano, su posicionamiento ideológico y la promesa de ricas cosechas le ganaron los favores del régimen soviético.
Según cuenta a OpenMind el escritor de ciencia Simon Ings, autor de Stalin and the Scientists: A History of Triumph and Tragedy 1905–1953 (Faber & Faber, 2016), en ello tuvo un papel crucial el filósofo marxista Isaak Prezent, “amigo de Lysenko, campeón y eminencia gris”, describe. “Fue Prezent quien creó y promovió el cuerpo teórico que conocemos como lysenkoísmo”.
Ings señala que la genética mendeliana era una ciencia extranjera, desarrollada por una clase social “políticamente indeseable”. “Lysenko fue útil a Stalin y su cúpula: conformaba el ideal bolchevique de un científico descamisado, aplicando la ciencia a la producción sin grandes discursos”. Fue, resume el escritor, un conflicto entre “el negocio de la ciencia y el negocio de la producción”. Así, en 1948 Stalin adoptó las ideas de Lysenko como la única biología oficial de la URSS, y cualquier otra teoría quedó formalmente ilegalizada.
PURGA DE CIENTÍFICOS
Entonces comenzó la purga. “En tiempos de Stalin, un científico no podía oponerse abiertamente a Lysenko sin ser arrestado”, dice Graham. Ings añade que el debate científico era una excusa para liquidar a una vieja generación de investigadores políticamente inadaptados. “Una generación de genetistas perdió su trabajo, su sustento, su hogar, su familia”. Muchos dieron con sus huesos en los gulags. Entre ellos Vavilov, antiguo mentor de Lysenko convertido en disidente, que falleció de hambre en prisión.
La estrella de Lysenko fue apagándose a medida que sus promesas de cosechas abundantes fallaron y sus estudios no encontraban respaldo científico. Cuando Graham le conoció en 1971, el antiguo director del Instituto de Genética de la Academia de Ciencias había caído en desgracia y los elogios públicos se habían trocado en feroces ataques. “Conocí las causas de su resentimiento, su furia y sus ansias por vengarse de aquellos que eran formalmente superiores a él”, rememora el historiador.
Lysenko moriría cinco años después, casi envuelto en un silencio oficial. Pero Ings advierte: “debemos ser cuidadosos a la hora de culpar de todos los males del período a un oportunista con pocos estudios”. Lysenko fue responsable, pero no el único; no una víctima, pero sí un instrumento. Disfrutó de su papel como juguete de un régimen y acabó siendo un juguete roto. “¿Por qué piensa que me ha encontrado aquí, sentado solo en esta mesa?”, le preguntaba a Graham. “Nadie quiere sentarse conmigo”.
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