Estimadas amigas, estimados amigos,
Quisiera haceros partícipes de un sentimiento, aunque estoy seguro que ya estáis al corriente: en Catalunya estamos tristes, profundamente decepcionados y, claro, también indignados.
Sé que sois muchas y muchos los que nos queréis a los catalanes, que os gusta venir a Catalunya, que os sentís bien tratados aquí y que, incluso, os gusta que hablemos en catalán aunque no siempre nos entendáis. Sé que sois muchas y muchos quienes respetáis nuestro sentimiento nacional, aunque no lo compartáis.
A todos vosotros quiero deciros que la sentencia del Tribunal Constitucional supone un punto de inflexión sin precedentes y determinará un antes y un después de nuestra relación con el conjunto del Estado español. Es triste y nunca debería haber ocurrido. El Estatut fue elaborado y votado en el Parlament de Catalunya, después retocado en el Congreso de los Diputados (algo que nos dolió profundamente en Catalunya), y finalmente fue ratificado mayoritariamente en referéndum, incluso si para muchos suponía un mal menor.
El texto de 2005 definía Catalunya com una nación, el de ahora la define como una nacionalidad, por mucho que el preámbulo diga que el Parlament de Catalunya la define mayoritariamente como una nación. Pero es que ni siquiera esa fórmula, vaga, ambigua, inconcreta, parece gustar a la mayoría de los magistrados del Tribunal Constitucional. Un Tribunal, cabe recordar, que es más un ente político que jurídico. Un Tribunal que, os recuerdo también, ha quedado totalmente desacreditado por haber sucumbido a la encerrona que le tendió el PP más rancio e irresponsable que hayamos conocido nunca. Un Tribunal que ha sido incapaz de dictaminar sobre el Estatut durante cuatro años y tras cinco intentos. pero es que, además, de los doce magistrados iniciales sólo quedan diez: uno murió, y otro fue recusado por el propio PP, con el argumento de que había colaborado con el gobierno catalán. Otros cuatro tienen el mandato caducado y a tres más les caduca en noviembre.
Ahora el PP pide prudencia y moderación. Precisamente la que nunca han tenido. Como siempre, lanzan la piedra y esconden la mano. Pero también hemos quedado muy decepcionados con el PSOE, un PSOE que ha preferido competir con el PP alimentando el sentimiento anticatalán en lugar de alimentar y promover los beneficios de construir un estado verdaderamente plurinacional.
El problema es que es ya la tercera vez que un Estatut aprobado por el pueblo de Catalunya es recortado en Madrid no respetando así la voluntad de la gente: la primera fue en 1931 (el de Núria), la segunda el del 79 y el actual ha sufrido, además, un triple recorte (el que pactan CiU y Zapatero en Madrid, el del Congreso, y ahora el que se deriva de la sentencia del TC). Qué duda cabe que todo ello pesa, y mucho.
Personalmente hace ya algún tiempo que me di de baja del barco federalista español. La sentencia del TC, pero sobre todo la actitud de los principales partidos españoles en todo este proceso me ratifican en esta decisión.
No tengo nada contra España como tal, y mucho menos contra los y las españolas que así se sientan. Faltaría más. Pero tampoco quiero tener que justificarme cada vez que me presento como catalán, o hablo en catalán, o reclamo poder hablar en catalán en el Parlamento Europeo, o...
Echo en falta amigas y amigos en el resto de España que hablen en clave de pluralidad federalista, que defiendan la unidad en la diversidad, también en España. Y ante esa ausencia algunos hemos decidido apostar por otros federalismos. En mi caso el que me lleva a defender una Europa federal donde el ente a federar sea Catalunya como tal, y no necesariamente formando parte de un Estado español que ni la quiere como ésta se siente (una nación), ni la respeta (en tanto en cuanto no respete a la voluntad expresada mayoritariamente por su Parlament y por su ciudadanía en referéndum), ni la representa (lo veo continuamente en Bruselas, donde, oportunamente, se olvidan algunas cuestiones fundamentales que tienen que ver con este modelo de Estado supuestamente descentralizado que dice ser España).
Por todo ello, amigas y amigos de España, quiero que sepáis que la situación hoy en Catalunya es de tal desazón que nos obliga a muchas y a muchos a reconducir las bases de un diálogo que, aunque debe mantenerse abierto, cómo no, será en base a una nuevas reglas del juego.
Es más, si hoy hubiera un referéndum sobre la independencia de Catalunya yo votaría sí, como ya hice durante las consultas simbólicas de hace unos meses.
Son muchas las concesiones pragmáticas que en pro de la convivencia se han hecho desde Catalunya, y por ello mismo nos duele tanto este silencio de quienes antaño se decían amigas y amigos de Catalunya.
A estas alturas ya no os pedimos que compartáis nuestro sentimiento, ni siquiera que lo comprendáis, ya sólo os pedimos que lo respetéis, y que seáis conscientes de que esta sentencia, pero sobre todo el proceso que nos ha conducido hasta ella, supone un antes y un después de la relación Catalunya-España.
Desconozco donde puede llevarnos todo ello, pero es evidente que hemos superado hace tiempo el punto de no retorno, y es evidente también que ello supone una clara crisis de Estado.
De momento nos hemos convocado el próximo día 10 de julio a una manifestación unitaria que aspiramos sea masiva. Nos agradaría mucho que, ésta vez, os uniérais a nosotras y nosotros. Os esperamos.
Afectuosamente,
Un amigo que os quiere y os respeta, a pesar de todo, pero que os pide que entendáis que las cosas han cambiado, y mucho.