Ni un fusil automático. Ni un sable láser. Ni una espada templaria. El arma que ha elegido Dogchild es una pelota de goma de las que persiguen los perros. Los protagonistas de este juego, Tarpak (el humano) y Tarao (el cánido) interactuarán con el jugador renunciando por completo a la violencia de cuchillada, disparo o explosión. La mayor amenaza que portarán será esa pelota de goma.
El porqué de esta decisión lo explica Darío Ávalos Molino, el director de orquesta de este videojuego. Lo hace con los ojos aún húmedos, porque el premio que ha ganado —el PlayStation Award: 10.000 euros en metálico, 100.000 en publicidad, un espacio en el centro cultural Matadero de Madrid y el lanzamiento en todas las consolas PlayStation— significa que su idea encontrará su público. "En el equipo todos somos fans del Grand theft auto y nos encanta disparar. Pero queríamos hacer un juego distinto de todo para demostrar que la acción no tiene que ir de la mano de la violencia". El sistema de juego invitará a practicar parkour (gimnasia urbana), cambiar el control entre el chaval y su perro y usar la pelota para enfrentarse a puzles y enemigos. También habrá sigilo, porque los adversarios de Tarpak sí irán armados hasta los dientes.
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