Era casi una leyenda urbana (o desértica) pero el empeño de Microsoft en demostrar qué había de cierto en ello sacó a la luz un auténtico tesoro de arqueovideojueguística. De las arenas de Nuevo México salieron cartuchos de Atari de un videojuego que fue tal fracaso que costaba más destruir los cartuchos que no se vendieron que enterrarlos en el desierto. Ahora parte de ese hallazgo tecnoarquológico va a ser subastado.
Se hizo bueno el ejemplo que contaba Belloq, el malo de “En busca del Arca Perdida” en referencia al paso del tiempo y su influencia en el valor de las cosas. Mostraba su reloj y decía que no tenía mucho valor, pero si lo enterraba en las arenas del desierto y pasaban mil años entonces no tendría precio.
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