Los últimos momentos de Rosss Ulbricht como hombre libre fueron lo bastante ruidosos como para atraer a una multitud. Los trabajadores de la biblioteca de San Francisco oyeron un estrépito y pensaron que algún cliente se había caído al suelo. En lugar de eso, se encontraron a unos agentes federales rodeando a un hombre delgado de 29 años. El objetivo de esta operación no solo era apresar a Ulbricht, sino también impedir que cerrase su ordenador portátil. Ese ordenador, según el FBI, era el centro de mando de Silk Road, el mayor mercado mundial de venta de drogas.
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