Sacar dinero en un cajero, abrir una cuenta bancaria, pasar un control en un aeropuerto, arrancar el coche, entrar en un club privado, acceder a nuestra vivienda, activar el teléfono móvil, controlar la asistencia de alumnos a una clase … Todo esto puede hacerse ya con el rostro. Basta mirar a una cámara para que cualquier cosa se abra o active.
La tecnología del reconocimiento facial está en plena expansión, pero también bajo sospecha al sembrar muchas dudas por el uso que pueda hacerse de toda esa información. Y no todo vale, alertan expertos en el tema, para perfeccionar los algoritmos usados por esa emergente y rentable industria.
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