MADRID, 23 Mar. (EDIZIONES/Portaltic) -
Si, un día, caminando por una calle cualquiera, de una ciudad cualquiera, de un país cualquiera ves una memoria USB incrustada en una pared, no empieces a maquinar y a pensar que se trata de algún proyecto ultrasecreto del gobierno, considera más bien que puedes estar ante una 'dead drop', o lo que es lo mismo, ante una de las miles de memorias USB que están escondidas alrededor del mundo y en los sitios más comunes, donde nunca nos hubiéramos imaginado.
La idea de colocar unidades USB en espacios públicos de todo el mundo se le ocurrió al artista alemán Aram Bartholl. ¿Con qué intención? Con la de crear una red P2P (de persona a persona) anónima, que permitiese el intercambio físico de archivos sin necesidad de conectarse a Internet. Un proyecto original, sin duda, que nació hace seis años, en 2010, en Nueva York, cuando Bartholl escondió las primeras cinco memorias USB. Actualmente hay miles por todo el mundo.
¿EN QUÉ CONSISTE?
Se hace un agujero en un muro, se incrusta el 'pendrive' dejando la parte del conector a la vista, se sella con masa o cemento y ¡listo! Estas memorias externas tienen que estar vacías en el momento de la colocación -solo deben incluir el archivo que explica el proyecto- y siempre deben situarse en la pared exterior de un edificio que esté en un lugar público, o en algún otro lugar que se os ocurra, pero siempre público.
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