¿Quién no ha tenido una idea feliz bajo la ducha? Esos momentos de relajación obligada a golpe de un constante chorro de agua caliente dan para mucho, pero por desgracia, esas perlas de creatividad por lo general se van por el sumidero como el agua. Pero este desperdicio se iba a terminar, al menos para Mike Lemovitz, un joven de Massachusetts. Tenía una idea ganadora y no podía dejarla pasar. No es que tenga problemas laborales ni viva una agónica situación financiera, pero la tentación del dinero fácil que proporcionan las apps es demasiado fuerte.
Son muchos los que han hecho una fortuna a cuenta de sencillas aplicaciones diseñadas de la noche a la mañana, aunque en este caso todo es diferente: por lo general, los que se montan en el dólar con su creación suelen ser programadores que tras muchas horas de código dan con un proyecto atractivo. No es el caso de nuestro Mike, que no ha escrito una sola línea de programación en su vida, pero está convencido de que ha dado con una idea ganadora, que además no tiene rival en la App Store del iPhone.
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