A Rodrigo Rúa, párroco de la iglesia de Santa María de Rendal, no le quita el sueño la visita de los ladrones a sus dominios eclesiásticos. Desde que en esta parroquia de Arzúa irrumpió el acceso inalámbrico a Internet, el interior del templo está supervisado 24 horas al día por un sistema de videoseguridad al que Rodrigo tiene acceso permanente desde el móvil o el ordenador. Cuando alguien pasa por el campo de visión de las cámaras, el párroco recibe una alerta. "Esto es una iglesia 2.0", asegura.
Desde su móvil, el sacerdote también controla la apertura de puertas, el sistema de iluminación del templo y puede activar una aplicación que simula el ladrido de un perro. Un montón de "parafernalia" con la que Rodrigo quiere "disuadir a los cacos". Pero una de las novedades que más llamó la atención de los vecinos tuvo que ver con las campanas de la iglesia. Un simple desplazamiento táctil por la pantalla de móvil del cura Rodrigo es suficiente para relegar a los libros de antropología el arte de hacer sonar las campanas. Aunque, por ahora, prefieren optar por el método tradicional. "Tenemos una persona que toca las campanas desde hace muchos años y queremos seguir haciéndolo como siempre”.
La razón de tanta seguridad no es un extenso currículo de sustracciones en la parroquia. "Sólo alguna cosas pequeñas hace un tiempo”. Pero el robo del Códice de Calixto en el verano de 2011 puso sobre aviso a los responsables de muchos pequeños templos en los que, a lo largo de los años, proliferaron los robos. El beneficiado de este creciente temor de los párrocos gallegos es un joven empresario de Melide, Javier Mouriño, ya los 17 años se dedica a llevar el Internet inalámbrico a los "puntos negros de conexión" del campo gallego. Su compañía, Intermax 2.0, cuenta con una de las redes inalámbricas más extensas de Galicia, ya que da servicio a más de 3.000 residentes de 60 ayuntamientos.
Su sistema es sencillo. Desde una estación central en Melide se emiten las ondas wifi y wimax a pequeños radioenlaces situados en las cumbres de las montañas desde donde se redirigen la sondas a las a casas particulares. O a las iglesias. Mouriño ha encontrado el nicho de mercado en la dispersión de la población, la compleja topografía del país y el abandono de un patrimonio eclesiástico dejado de la mano de Dios.
A su proyecto ya se han acogido 12 templos. Y no todas parroquias pequeñas. Encajonado en el centro de un valle cerca de las montañas de Lóuzara, el Internet de este joven empresario irrumpió hace meses en el corazón de uno de los epicentros de la meditación: el monasterio de Samos. Y no sin controversia. El advenimiento de las páginas web y las redes sociales ha causado una cierta reticencia entre una comunidad de monjes acostumbrada a vivir lejos de lo mundano. "Sobre todo entre los ancianos", dice Luis Alberto Basarrate, el hermano responsable de los temas tecnológicos. "Los hermanos más veteranos no son amigos de estas moderneces. Piensan que pueden contaminar la tranquilidad de la vida monástica”. Con todo, a Samos no llegaron las sofisticadas aplicaciones de Arzúa y, por el momento, la red se utiliza como una herramienta promocional del monasterio. Aunque también exploran la vía comercial. "Pensamos en usar la Web para dar a conocer los productos que vendemos en el monasterio", explica.
Luis Alberto confía en que la llegada de la conexión inalámbrica no distraer a su compañeros de convivencia, ni les llevará a hacer un "uso indebido" de Internet. "Si estás aquí es porque optaron por otro camino. Usarlo como no es debido sería engañarse a sí mismo”.
FUENTE :http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2012/07/26/actualidad/1343320694_969629.html