Un hombre entra en un casino, cambia 600 euros en fichas, pide una copa y se sienta en la ruleta. Coloca 300 euros en el rojo y otros 300 en el negro. No va más. Sin embargo, a menos que salga el 0 —una remota posibilidad entre 37—, ni ganará ni perderá nada. Es una apuesta sin riesgo. Está blanqueando sus 600 euros. Ahora imaginen a un ruso de 27 años sentado en una habitación de San Petersburgo y controlando desde su portátil una red de ordenadores troyanizados con cuentas en distintos casinos online y casas de apuestas. Ambos están jugando a lo mismo, pero el segundo a escala global, de forma automatizada y multiplicando exponencialmente por todos los usuarios que ha hackeado el límite de las apuestas y la suma blanqueable.
Así es como operaba una de las últimas organizaciones de este tipo que desmanteló el año pasado la Policía Nacional en la operación Ransom. Un grupo del Este que trabajaba en 30 países y que blanqueaba un millón de euros al año mediante el juego online y otras pasarelas de pago. Se trata de una forma de lavado de dinero negro en auge, que ya han investigado la Policía Nacional y la Guardia Civil (que en 2012 remitió un informe a la Fiscalía Anticorrupción), y que preocupa a todos los países. El Congreso de EE UU recibió hace un año la confirmación del FBI de que determinados casinos online podían estar sirviendo al crimen organizando y los servicios de seguridad británicos han alertado de la utilización de este método por parte de organizaciones terroristas. Sin embargo, por su difícil rastreo, no hay cifras que lo cuantifiquen.
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