No te calientes la cabeza, querido lector, porque datar el momento en el que nació Firefox es harto complicado. Hay quien apuntaría al inicio del proyecto Mozilla, a la escisión de Mozilla Suite en aplicaciones independientes, al inicio del desarrollo de estas… Sin embargo, por lo general se suelen tomar dos fechas como las más certeras para celebrar la aparición del navegador libre que durante años batalló en solitario contra el führer de la Internet de antaño (o sea, Internet Explorer).
Esas dos fechas son el lanzamiento de Phoenix 0.1, el 23 de septiembre de 2002; y el lanzamiento de Firefox 1.0, el 9 de noviembre de 2004, que es a la que nos acogemos hoy. Como se ve, Firefox no comenzó su andadura con el nombre por el que hoy es conocido. A la tercera fue la vencida, y después de que problemas por derechos de marca le llevasen a cambiar de Phoenix a Firebird, terminaron llamándose Firefox, antes incluso de llegar a publicar su versión 1.0 hoy hace quince años.
Chascarrillos a un lado, el navegador de Mozilla lo tuvo fácil para hacerse un hueco en el mercado, a tenor de una situación en la que la omnipresencia de Internet Explorer ahogaba, las alternativas se contaban con los dedos de una mano y aportaban aún menos. Sin ir más lejos, Opera llevaba ya unos cuantos años en activo, pero primero fue de pago, más tarde incluyó publicidad y cuando reaccionó era tarde, a pesar de que en materia de innovación no se le puede reprochar nada.
Firefox, por su parte, se abrió camino por la frescura que trajo, auspiciada por un factor hasta entonces casi desconocido para el gran público del Internet de aquellos días (que no es el de hoy): era software libre, la intención de Mozilla no era dominar, sino ofrecer una alternativa que respetaba al usuario y los estándares web y detrás suyo tenía el soporte de Google. Pero si algo hizo que Firefox despegase, fue el boca a boca de los usuarios.
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