No hay ninguna certeza de que saldrá mañana. Cuando negó el sol, David Hume formuló la expresión más radical del empirismo. El escocés, obsesionado con fiar todo el conocimiento humano a los cinco sentidos, quiso demostrar que sólo la costumbre, la repetición de los hechos, nos invita a dar por buenos aquéllos de los que no existe una noción inmediata. Aunque desde la lógica pura su pensamiento tenía sentido, el principio de causalidad fue pronto racionalizado por Kant, aún de forma intuitiva, cuando lo transformó en categoría. Con el tiempo, la física terminó por instaurarlo como un concepto firme de la realidad.
La ley de Moore, formulada por el cofundador de Intel, Gordon Moore, en 1965, es otra regla empírica desmontada por la física, en este caso cuántica. Según su primera versión, publicada en la revista Electronics, cada doce meses la cantidad de transistores (un dispositivo electrónico semiconductor, como el silicio) en un circuito integrado (chip) se duplica. Diez años después, Moore aumentó ese plazo hasta los dieciocho meses.
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