El sector del videojuego ha experimentado una evolución clara en 2018. Los procesadores de cuatro núcleos se habían mantenido como el nivel recomendado para poder disfrutar de forma plena de los títulos más avanzados, una realidad que empezó a cambiar gradualmente y que a día de hoy ha quedado totalmente en entredicho.
No hay duda, contar con un procesador de cuatro núcleos es toda una garantía de que podremos, al menos, ejecutar un juego de nueva generación y disfrutar de una experiencia aceptable, siempre que éste cumpla ciertos requisitos a nivel de IPC, instrucciones y velocidad de trabajo. El procesador es un elemento muy complejo, ya tuvimos la oportunidad de descubrirlo en este artículo, y los que nos leéis a diario sabéis que núcleos y MHz no lo son todo.
Ahora mismo nos encontramos en una situación complicada. Hemos encarado la recta previa a la etapa de transición que marcarán las consolas de nueva generación, y los juegos triple A más avanzados ya han empezado a aprovechar de forma eficiente procesadores más potentes, así que buena parte de los criterios que imperaban a la hora de montar un PC Gaming han empezado a cambiar.
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