Encontrar un fallo de seguridad en una aplicación o servicio conocido puede llegar a ser lucrativo...o meterte en graves problemas legales. Vamos a dar un repaso al arte de reportar vulnerabilidades.
Sabes que está ahí, lo puedes sentir, es ese olor ocre y salino de la sustancia que emana de la presa herida. El cazador lo percibe, agudiza sus sentidos y acecha en silencio; esperando pacientemente al momento adecuado. Un segundo más, abres el editor de texto (Vim, naturalmente) y cambias dos lineas de tu script. Zas!: ejecución remota de código arbitrario conseguida. Premio. ¿Ahora qué hacemos con el trofeo?
Hace poco, leía en una viñeta de esas que aparecen, brillan y se extinguen en un par de milésimas de red social, que los Ingenieros Mecánicos y Aeronáuticos confían plenamente en aquello que diseñan y construyen. Es decir, es seguro y transmiten esa seguridad. Soluciones contrastadas, experimentadas. No dejan espacio al error, lo arrinconan, le temen, lo respetan, pero lo desafían y controlan hasta reducirlo a probabilidades muy reducidas. Ahora pregunta lo mismo a un Ingeniero Informático...
En el software las probabilidades son las mismas, pero en sentido contrario. Es decir, es ridículamente improbable que encuentres un programa que esté libre de errores. Irónicamente...no falla. Hay algo en el proceso de construcción de nuestros ingenios que impide que estén libres de errores. Esto no es nuevo, ya lo dijo el grandísimo Fred Brooks: No hay balas de plata. El software es complejo, mucho y está lejos de ser perfecto.
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