METROSEXUALES, YUCCIES, HIPSTERS E IT GIRLS: BREVE HISTORIA DE LAS ETIQUETAS SOCIALES
O por qué el ser humano tiene la imperiosa necesidad de pertenecer a un grupo. Y el grupo más codiciado en la actualidad es el de aquellos que odian pertenecer a un grupo.
A los indies y a los hipster ya los miramos con cierta condescendencia. Es bastante parecida, por cierto, a la condescendencia con la que llevan mirándonos a los demás las conocidas como it girls.
No sabemos si James Franco es yuccie, hipster, fofisano o sapiosexual.
O por qué el ser humano tiene la imperiosa necesidad de pertenecer a un grupo. Y el grupo más codiciado en la actualidad es el de aquellos que odian pertenecer a un grupo.
A los indies y a los hipster ya los miramos con cierta condescendencia. Es bastante parecida, por cierto, a la condescendencia con la que llevan mirándonos a los demás las conocidas como it girls.
No sabemos si James Franco es yuccie, hipster, fofisano o sapiosexual.
En 1994, el periodista Mark Simpson inauguró la era del neologismo para describir tipologías de personas a partir de sus gustos y comportamientos con su célebre artículo “Meet the metrosexual” publicado en el diario británico The Independent. En España, por aquella época, todavía estábamos conociendo a los JASP o, lo que es lo mismo, unos que eran “jóvenes aunque sobradamente preparados” a mediados de los noventa y que ahora podrían ser parados de larga duración según criterios estrictamente generacionales.
Desde ese big bang de las etiquetas sociales –que describía a los metrosexuales como hombres jóvenes, urbanos y con dinero que habían elegido amar a su propio cuerpo en lugar de a los seres humanos con los que interactuaban– la prensa y las multinacionales han sabido identificar decenas de nuevos estereotipos y ponerles un nombre llamativo. Hay que reconocer que ha ayudado a la popularización de estos tópicos que en todas partes hubiera un personaje popular que ha actuado como perfecto equivalente del término.
Aquí los yuppies, por ejemplo, tuvieron su epítome en Mario Conde y fue tal su relevancia que, además de hacer de España el epicentro mundial de la venta de gomina, su persona explicaba de una tacada las tres etiquetas anteriores. Aunque eso fue hasta que llegó al Real Madrid David Beckham y le arrebató a Conde el cetro de la incipiente metrosexualidad patria por ostentar la global, tarea en la que todavía sigue.
A finales del siglo XX el reto era atraer y consolidar a los varones como consumidores del segmento “bienestar-belleza-moda” –hasta hacía poco asociado al consumo femenino– y la consecuencia, hablando de etiquetas o de "sexiquetas", fue un abuso del sufijo “sexual” que nos dio tipologías de corta duración pero larguísimo meollo. Nadie se acuerda ya del pomosexual, conocido por rechazar los tópicos alusivos a la sexualidad o algo así como un enanito gruñón ante los estereotipos de género, del technosexual, aquel dandi vanidoso con amplia colección de aparatos electrónicos, o del retrosexual, antagonista del metrosexual o varón reacio a cuidar su imagen.
Una compañía farmacéutica se inventó al vitasexual para promocionar su versión de la Viagra y describir a hombres mayores de 40 años preocupados por satisfacer sexualmente a su compañeras de cama. Oímos hablar de un tal googlesexual, del spornosexual y hasta se publicaron artículos que retrataban a un rocambolesco fauxmosexual : hombre hetero que se comportaba como un gay para captar la atención o la complicidad del sexo opuesto o para aprovecharse de varones a los que enamoraba sin piedad ni posibilidad de correspondencia.
Leonardo DiCaprio. Lo llaman fofisano.
En la actualidad ya podemos prescindir de reglas mnemotécnicas para retener los significados de todas las etiquetas acabadas en “sexual”. Ahora solo tenemos que lidiar con dos que, además, describen a sujetos parecidos: el übersexual que la periodista Mariam Salzman encarnó, en 2005, en George Clooney como ejemplo del “hombre muy hombre” o del “hombre de toda la vida”. Y el lumbersexual, un ejemplar como el anterior, solo que expresado diez años más tarde, que acostumbra a usar camisa de cuadros y cuya naturalidad y pureza está simbólicamente representada por una barba.
Si en este punto el lector ya está perdido, sepa que puede dejar la mnemotecnia y recurrir la memoria fotográfica. Ahora no hay que recordar conductas ni querencias, basta con avistar las ya mencionadas camisas de cuadros y barbas pobladas para identificar a los arquetipos de otras etiquetas ilustres como los indies y los hipsters. No es que estos dos sean lo mismo, que no lo son en origen, es que han confluido en una abarcadora fórmula para referirse a cualquier ser humano que el resto de la población encuentre moderno, cultureta y crítico en exceso contra cualquier cosa que pueda considerarse masiva.
Y que es, en definitiva, la tierna encarnación de esa persona cuya ingenuidad social –pero acumulación de conocimiento en materias diversas– le lleva a confiar en que el uso de cualquier código excluyente garantizará que el de enfrente le tome por un ser vivo más especial que los demás.
A los indies y a los hipster ya los miramos con cierta condescendencia. Es bastante parecida, por cierto, a la condescendencia con la que llevan mirándonos a los demás las conocidas como it girls. Ellas son las chicas de la moda, las pioneras de lo “cool”. A una chica “it” se le perdona todo y puestos a buscar motivos para la redención conviene recordar que su etiqueta tiene un origen mucho más encantador que los que se dejan denominar por publicistas y fríos informes de marketing. Fue el mismo Kipling, en su cuento “Mr. Bathrust” quien describió, ya en los años 20, “ese algo” de su protagonista que ahora presuponemos en Alexa Chung.
David Beckham hizo ricos a millones de peluqueros en todo el mundo.
Pero, en lo referido a los estereotipos femeninos, hasta aquí llegó el encantamiento. Ni usted ni nosotros estamos en condiciones de decidir qué es más ofensivo, si el acrónimo de MILF (mom I'd like to fuck) para referirse, con grosería, a mujeres a las que la edad no ha arrebatado “sex-appeal” o el absurdo gordibuenas, cuya sonora composición evita dar más explicaciones.
Aunque la crueldad del castellano para la mujer sería nutriente para otro artículo, la etiqueta que describe al análogo masculino de las gordibuenas son los fofisanos. Su representante mediático es Leonardo DiCaprio desde que hace un par de meses lució barriga cervecera en un yate y una universitaria norteamericana de nombre Mackenzie Pearson publicara un artículo hablando de la atracción que provocaba en muchas mujeres el “Dad-bod” o cuerpo de padre que ha encontrado en el fofisano una traducción libre tan elocuente como recién estrenada.
Hablar de etiquetas novatas es reconocer que en el último año no han crecido, sino que han polinizado. Desde Barcelona al resto del mundo llegaron los swaggers, casi adolescentes de estética hip-hop tan enganchados a las redes sociales que viven dos vidas, la real y la de Instagram. Y desde la sensibilidad post crisis, los muppies, quintaesencia del lujo silencioso y militantes del consumo responsable y la vida sana junto con los yuccies, semejantes en generación —25/35 años– e introspección pero, estos últimos, además, con la vitola de artistas y creativos.
Aquí ya les hemos hablado de los hermanos pequeños de los anteriores etiquetados, la generación Z, y parecería que estamos en el verano 2014 si insistiéramos en explicar qué significa ser normcore o normal. Así que íbamos a dar por terminado este repaso y a ponernos a buscar etiquetas nuevas con la licencia que da ser periodistas pero Google nos advierte de que no hacen falta nuevas porque hay tantas que este repaso podría actualizarse a la velocidad de los buscadores. La próxima vez que confirme que usted encuentra más sexy a alguien listo que a un “tronista” no piense de sí mismo que es un bicho raro y llámese por su nombre: en realidad es usted un sapiosexual.
https://www.revistavanityfair.es/lujo/lifestyle/articulos/que-es-un-hipster-yuccie-it-girl-metrosexual-etiquetas-sociales-david-beckham/21192