El anuncio publicitario dio la vuelta al mundo, escandalizó a casi todos y puso en alerta a la policía y a las autoridades sanitarias. El 8 de septiembre, según anunciaba una campaña en prensa escrita a toda página, se abriría en Berlín un restaurante en cuyo menú se servirían partes de cuerpos humanos.
El caso es que, unas horas antes de la supuesta apertura, en la misma página web que debía desvelar por fin la ubicación del restaurante, que se había mantenido en secreto, ha aparecido un comunicado de la Asociación Alemana de Vegetarianos, VEBU, admitiendo que todo había sido un montaje y que se trataba de "una campaña para sensibilizar contra el consumo de carne de animales como alimento".
Tras el suspiro de alivio y siguiendo con los párrafos inferiores del comunicado exponían los argumentos de estos vegetarianos que sostienen nada más y nada menos que, si dejásemos de comer carne, terminaríamos con el hambre en el mundo.
La secuencia lógica comienza con la siguiente afirmación: "Para obtener 1 kilogramo de carne animal hacen falta hasta 16 kilogramos de forrajes", de lo que deducen que, si en lugar de dar los forrajes a los animales para luego incluir carne en nuestra dieta, nos limitásemos a comer nosotros los forrajes, habría forrajes para todos, incluso para los niños de África.
Un comunicado 'místico'
El silogismo, como base para abandonar el consumo de jamón de Jabugo, resulta bastante endeble. Después de esta disertación pseudocientífica, viene la parte más mística e indescifrable del comunicado, en la que la asociación afirma que "Cada pedazo de carne es pedazo de cuerpo humano".
La frase podrá servir, sin ánimo de molestar a nadie, como epitafio de algún vegetariano, pero difícilmente justifica una campaña de tan dudoso gusto como la que anunciaba que ciudadanos voluntarios y, solamente después de superar un examen médico de rutina, unos voluntarios donarían sus órganos y que Flimé, ese era el nombre del restaurante, contrataría a un "cirujano sin prejuicios" y con un cocienro que se inspiraba en las costumbres de una supuesta tribu brasileña, cuyos integrantes creían que el consumo de la carne humana era un acto espiritual: "el espíritu y la fuerza del ser ingerido pasan al que lo come".
A partir de ahora, por tanto, podemos estar tranquilos: no hay restaurantes caníbales en Berlín, aunque algún directivo de alguna Asociación de Ecologistas, por frívolo, insensible y vacilón, se merezca terminar en la parrilla.
FUENTE :http://www.elmundo.es/elmundo/2010/09/08/internacional/1283979974.html
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