PABLO PLANAS / BARCELONA
Día 07/11/2010
No existen facturas a nombre de Joan Laporta. Durante su mandato en el F.C. Barcelona, el ahora aspirante independentista a la Generalitat repartió veinticinco tarjetas de crédito contra las cuentas del club. Una de ellas fue a parar a manos del chófer; la otra estaba a nombre del guardaespaldas. Ellos eran quienes abonaban las cuentas en los restaurantes y en las salas de fiestas. Son sus nombres o los de algunos directivos los que aparecen en los justificantes examinados por los auditores. Del paso del fogoso ex president del Barça por los locales de moda de la capital catalana no ha quedado ni rastro documental. Su generosidad con el champán, su afición por los habanos y el tirón berlusconiano con las mujeres son leyenda y no precisamente urbana, pero ni un solo comprobante implica al nuevo político.
Limpio de polvo y paja, tampoco le roza el escándalo de los seguimientos a jugadores, directivos, oponentes y familiares de oponentes. Ahí quien ponía la cara era Joan Oliver, el todopoderoso director general del Barça, que se despidió del club dos días antes de que cesara su valedor y con una indemnización de 852.787 euros. Al respecto, el ex tesorero del club, Xavier Sala i Martín (un economista de reconocido prestigio, por otra parte) lo justificaba así: «Lo que han contado aquí son una parte de salario, los variables que tienen todos los trabajadores del Barça por ganar títulos, los 22 días que tiene todo el mundo, las vacaciones del verano y ya está». En teoría, Oliver fue el autor intelectual de los seguimientos a los vicepresidentes, a los jugadores, a los técnicos (contrataron un sistema para acceder a los correos electrónicos de todos ellos) y a la esposa de Sandro Rosell. En la práctica, Oliver, ex director de TV3 cuando gobernaba CiU, es quien ponía la firma en nombre del club.
Laporta está blindado. Las auditorías son de juzgado de guardia, tan escandalosas que la asamblea de compromisarios decidió —por tan solo 47 votos de diferencia, eso sí, y con la abstención del mismísimo Rosell— emprender acciones legales contra el ex presidente. Sin embargo, sus gestiones y lo que no eran precisamente gestiones al frente del club se caracterizaban por la ausencia de huellas. A pesar de lo que indican sus maneras y su propensión a hacerse notar, la formación jurídica —es el abogado preferido de Cruyff y socio en negocios inmobiliarios— explica el «ruido blanco» en torno a su porcentaje en las comisiones de fichajes; los gastos de representación; los asignados a investigadores privados y los alrededor de cuatro millones sin justificar que delatan las tarjetas de crédito del círculo pretoriano de Laporta. Además, están los títulos y el hecho de que una parte de la masa social del Barça le considera una víctima.
«Torpedo» de CiU
Entre los aficionados ha cundido la teoría de que Laporta era el Mourinho del Barça, el hombre que dio a Guardiola las riendas del equipo y atrajo para sí toda la presión. Ahora, la percepción demóscopica subraya que puede obtener entre tres y seis diputados y contribuir de esa forma al descalabro de ERC para mayor gloria de Artur Mas, el candidato de CiU. Las relaciones de colaboración del ex presidente azulgrana con la Fundación Catalunya Oberta (la de Lluís Prenafeta, Macià Alavedra, Sala i Martín y el mismo Joan Oliver), de orientación nítidamente convergente avalan la teoría de que es un «torpedo» de CiU dirigido a fraccionar el voto independentista y propiciar que CiU recupere la Generalitat. Él, claro está, lo niega, así como se niega a responder cualquier pregunta que se salga de la política.
http://www.abc.es/20101107/deportes/champan-visas-alta-politica-20101107.html