Un día recibes un SMS de un número desconocido que te dice que lleva tiempo intentando contactar contigo vía WhatsApp, pero que no lo consigue. Respondes a ese SMS sin pensar más allá y terminas pagando una pasta en tu factura de móvil sin comerlo ni beberlo. Ese es el último timo por vía telefónica que se ha destapado, y seguramente se ha destapado porque se ha hecho de forma masiva. El modus operandi es bien sencillo, y más viejo que el comer: jugar con la imaginación del primo, para que piense que contactando con el número en cuestión va a recibir algo bueno a cambio.
Los números Premium de mensajería se utilizan para proveer de servicios de ocio a los usuarios que se suscriben. En tiempos estos servicios eran de todo tipo, desde los más inocentes a los más picantones, y el mecanismo era bastante básico: la suscripción se gestionaba a través de SMS y se podía dar uno de alta, baja o modificar alguna característica de forma bastante sencilla (seguro que te suena la frase “envía ALTA al xxxxx”).
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