En un anuncio televisivo actualmente en emisión, dos niños dibujan a sus familias. Uno de ellos dibuja a papá, mamá y a sus hermanos, todos con un móvil pegado a la oreja. Lo que el spot quiere transmitir es una oferta con acceso ilimitado al móvil. ¡Usad el móvil todo lo que queráis! ¡Correo electrónico, vídeos, Facebook, Instagram, WhatsApp!
Pasamos muchas horas pegados a una pantalla. Por trabajo, pero cada vez más por placer, porque es útil para comunicarnos, nuestra prioridad. Comprobar si hemos recibido un nuevo mensaje electrónico (cosa que solemos hacer varias veces al día, obsesión recientemente bautizada como infobesidad), mantener varias conversaciones en grupo por WhatsApp, consultar confesiones y noticias a través de Facebook, Twitter y otras redes sociales… Y lo hacemos en todo momento: mientras vemos la televisión, comemos o incluso en plena obra de teatro (algunos teatros optan, en ocasiones, por permitir el uso del móvil durante la función para que compartan lo que ven en redes sociales).
Todos (o la mayoría) hemos caído víctimas del influjo digital. Los menores también. En Estados Unidos y Alemania, los adolescentes pasan siete horas y media diarias usando medios digitales.
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