En la era de la digitalización y los datos, se habla de los algoritmos como esas oscuras herramientas que pueden llegar a manejar nuestro destino. Pero no hay que olvidar que los algoritmos son matemáticas, ni más ni menos.
Pablo Romero @pabloromero
El debate está servido: ¿son los algoritmos herramientas opacas e incomprensibles que pueden dañarnos, o simplemente herramientas que dependen de decisiones humanas? ¿No será que las fórmulas son cada vez más complejas y no queremos —o no tenemos capacidad de— estudiarlas para entenderlas? Y si los algoritmos que más nos afectan están en manos privadas, los gigantes de Silicon Valley, ¿cómo podemos defendernos cuando nos metan en un problema?
"¡No somos nosotros, es el algoritmo!" es quizá una de los argumentos más inquietantes que se pueden plantear a problemas que ya existen y con los que convivimos sin saberlo. Desde el ámbito de la universidad se presta cada vez más atención a esta cuestión, que va mucho más allá de la privacidad o la intimidad de nuestras vidas.
Ya existen herramientas que deciden quién tiene más probabilidades de cometer un crimen —como el polémico 'software' PredPol, que ha sido utilizado en secreto en decenas de ciudades—, qué mensajes vemos en las redes sociales o qué crédito tenemos en función de nuestro rastro digital (pregunte en confianza a su amigo analista de riesgos y lo que le contestará le sorprenderá).
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