Mucho antes de que Google Reader desapareciera, ya había “gurús” de la prensa tecnológica que daban por muerto al formato. La agregación de contenidos mediante protocolos como Atom o RSS y aplicaciones varias estaba “en vías de extinción”, decían, y explicaban su fracaso con una supuesta complejidad que habría impedido su adopción masiva; y explicaban su obsolescencia con herramientas más “de hoy en día”, léase redes sociales.
Es cierto que las redes sociales se han convertido en la principal fuente de noticias para muchos millones de usuarios. ¿Más de los que usan lectores RSS? Es muy probable. Sin embargo, que la mejor herramienta para un propósito determinado no sea la más utilizada no significa que vaya a desaparecer, ni mucho menos que deba desaparecer. En pleno 2016 los RSS están más vivos que nunca y la razón se acaba de señalar: siguen siendo la mejor herramienta de su categoría.
También es cierto que términos como protocolos, agregadores, redifusión, sindicación, feeds y demás jerga no ayuda a abrir mercado entre el gran público, cuando se podría despachar la cuestión con un “lectores de noticias“; y que RSS haga las veces de sinónimo del formato al completo -tecnología de servidor y cliente- lo complica, porque como se ha mencionado, no es el único protocolo de su clase, aunque sea el más extendido.
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