Es lo que subyace a la red que vemos en los buscadores tradicionales. No se sabe cuántos usuarios hay, ni el volumen de datos. Se creó para que determinadas comunicaciones fuesen seguras pero quien hizo la ley hizo la trampa: hoy su uso es mucho más oscuro. Armas, drogas y pedofilia campan a sus anchas en la ‘deep web’.
El ser humano siempre le ha atraído lo oscuro, el mirar a través de la cerradura, lo que roza la legalidad… No es de extrañar por tanto que hayan corrido ríos de tinta sobre lo que se conoce como deep web , la red profunda, los bajos fondos, la cara menos amable de Internet por donde pululan todo tipo de contenidos, muchos relacionados con drogas, armas, pornografía infantil… Forbes le propone un paseo por el lado más oscuro de la red de la mano de dos antiguos hackers que hoy se dedican entre otras cosas a ayudar a los servicios de seguridad del Estado.
Empecemos con una premisa: si mucho de lo que puedes encontrarte cuando navegues por la deep web es falso (por ejemplo, webs que dicen vender armas y que luego resultan ser un fake ), no menos falso es mucho de lo que se ha publicado sobre este entorno profundo de Internet al que no tiene acceso todo el mundo. Existe mucha rumorología sobre la otra cara de la Red y en realidad se tiene poca información digamos ‘fiable’. Ni se sabe el tráfico real que tiene, ni se conoce el número de usuarios (una misma persona puede tener abiertas distintas páginas en la susodicha y es imposible determinar si se trata de uno o de varios usuarios), ni cuánto dinero se mueve en ella… Está todo tan fuera de foco como la propia red.
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