Hay videojuegos que son tan divertidos de ver, como de jugar. De hecho, en la mayoría de los casos ver partidas no solo no resta ventas, sino que puede ayudar a generarlas. Hay otros, experiencias donde la historia tiene mayor importancia que las mecánicas de juego, para los que un 'let's play' íntegro puede suponer un gran daño. Tanto como la piratería al cine y la música.
Es el caso de That Dragon, Cancer. Este videojuego independiente cuenta una dura historia, de forma interactiva; la historia de Joel Green, a quien se le diagnosticó un cáncer terminal con tan solo doce meses y que falleció con cuatro años de edad.
Sus padres (Ryan y Amy Green) convirtieron esta durísima experiencia en un videojuego en el que importa mucho más lo que se cuenta y cómo se cuenta, que la habilidad del jugador con el mando. No hay un mundo abierto por explorar o enemigos a los que superar, sino un drama lineal que descubrir con una narrativa diferente, más inmersiva, que lo que puede ofrecer una película o un libro.
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