Cuando el presidente francés, François Hollande, viajó hace unas semanas a Silicon Valley, iba en son de paz. Silicon Valley, la capital de las nuevas tecnologías, recibía a Hollande con recelo. Por sus políticas económicas y fiscales y también por representar a una Europa que, a veces, se ha caricaturizado como hostil a la innovación y a la destrucción creativa del capitalismo anglosajón.
Pero en un acto con empresarios franceses exiliados allí abrazó ante las cámaras a uno de ellos. Un gesto imprevisto, más propio de la informalidad californiana que de la rigidez de la République que debía señalar la reconciliación entre el capitalismo norteamericano y el capitalismo intervencionista francés.
Un día antes, en la Casa Blanca, Hollande describió EE.UU. como "un ejemplo que seguir" para los europeos a la hora de promover la competitividad y la innovación. "Este el significado de mi visita a Silicon Valley", dijo.
Mientras EE.UU. ha consolidado la recuperación tras una de las peores recesiones en décadas, el abismo tecnológico con Europa y Asia no se ha reducido, según informes y expertos. En el caso europeo, ha aumentado.
Así lo constata un informe de la consultora AT Kearney, donde figuran datos preocupantes para el sector. Sólo nueve de las cien primeras empresas del mundo de tecnologías de la información y comunicaciones tienen su sede en Europa, una cifra que se reducirá a ocho cuando concluya en las próximas semanas la compra de la finlandesa Nokia por parte de la norteamericana Microsoft. Estas empresas generan una décima parte de los ingresos de la cien primeras.
"En Europa hay dos elementos problemáticos", dice Alan Gleeson, un empresario tecnológico con experiencia en Europea y en EE.UU. "El primero es el capital. Hay compañías que obtienen un millón de dólares mientras que en EE.UU. obtendrían tres o cuatro por hacer cosas similares. El segundo son las dimensiones del mercado. Si una compañía arranca una mañana en California, en seguida accede a 300 millones de personas en EE.UU., más Canadá, seguido de Reino Unido e Irlanda, y otros países".
"No es que antes Europa dominase el mundo", dice Axel Freyberg, coautor del informe de AT Kearney. "Pero sin duda representaban una parte mayor en ciertos sectores, en particular en el equipamiento de telecomunicación, la electrónica de consumo y los semiconductores". Freyberg cita empresas como Alcatel, Siemens, Nokia, Ericsson o Philips, que hace quince años ocupaban una posición destacada.
"La revolución de las telecomunicaciones inalámbricas -recuerda Anil Gupta, catedrático de Estrategia y Globalización en la Smith School of Business, en Maryland- se originó en Europa, más que en EE.UU." Gupta cree que China tardará en atrapar a los países occidentales en innovación y tecnología. Las elevadas inversiones, señala, no se traducen en una productividad comparable a la de los países desarrollados. La rigidez del sistema, entre otros motivos, lo impide.
Japón, que en los años ochenta aparecía como la gran amenaza para EE.UU., ya no es un competidor. "¿A qué van a dedicarse nuestros hijos? ¿A barrer en una oficina con ordenadores japoneses?", se inquietaba en aquella época el líder demócrata Walter Mondale. Erró. Los ordenadores del 2014 no son japoneses, y nadie ve en ese país un peligro.
Perder pie en la competición tecnológica afecta al resto de la economía. "Necesitamos tener alta tecnología para impulsar nuestras industrias europeas", dice Freyberg, de AT Kearney. "Cuando las compañías europeas punteras compiten en mercados globales, deben competir sobre la base de la innovación, y cada vez más la innovación viene de sistemas -software, sensores, semiconductores- integrados en productos, así como de sistemas de tecnologías de la información y comunicaciones conectados a ellos". Gupta pone el ejemplo de la industria automovilística y de cómo los coches son cada vez más ordenadores con ruedas. Fabricantes alemanes, dice, tienen sus departamentos de investigación y desarrollo en Silicon Valley.
Los efectos también son políticos. El escándalo de la NSA (la agencia de espionaje electrónico de EE.UU.) evidencia un déficit europeo en tecnología. Google, Apple, Facebook: la vigilancia, por parte de los espías de Washington, de líderes y ciudadanos europeos, se hace en parte a través de servidores y aparatos de empresas de Silicon Valley. Quien posee la tecnología tiene el poder.
http://www.lavanguardia.com/tecnologia/20140309/54402193296/estados-unidos-deja-atras-europa-asia-carrera-tecnologica.html