El precio era tan bajo que el titular se escribía sólo. Un ordenador de 19 euros. Pero pasado un año y medio de su estreno la historia de Raspberry Pi es otra. Este pequeño ordenador, del tamaño de una baraja de cartas, ha cambiado el punto de vista sobre la fabricación en Europa y es una plataforma cada vez más interesante para aficionados a la electrónica y la informática en busca de una máquina con la que experimentar.
La fundación encargada de su fabricación y comercialización, que tiene el mismo nombre del producto, acaba de anunciar que ha sobrepasado los 1,75 millones de unidades vendidas. Cuando salió a la venta se fabricaba en China pero a finales del año pasado la producción se movió a una planta galesa. El último millón de unidades ha salido de ella.
El número es sorprendente porque pocos creían que hubiese un mercado real esperando un producto como este. Raspberry Pi es un ordenador, pero sólo su esencia. La idea es que el usuario lo conecte a cualquier monitor o televisión y teclado para poder utilizarlo. Funciona con un procesador ARM y viene sin sistema operativo. Se debe instalar uno (puede descargarse desde la web de la fundación) en una tarjeta de memoria SD, que será también la memoria principal de almacenamiento para el sistema.
La objetivo era crear una plataforma que permitiese a las escuelas enseñar programación e informática de forma diferente, sin tener que casarse con marcas concretas de electrónica, fundir el presupuesto en portátiles para compartir entre varios alumnos o depender de plataformas y sistemas operativos comerciales.
Esa apuesta sigue, pero al final Raspberry Pi ha encontrado otro mercado más interesante: el de los aficionados al bricolaje electrónico que lo usan como "cerebro" en muchas de sus creaciones. Es un negocio pequeño pero lo suficientemente interesante para que empresas como Intel empiecen a interesarse. Este pasado mes de septiembre la compañía lanzó MinnowBoard, una pequeña placa con procesador Intel Atom. Es más cara (unos 200 dólares), pero también más potente, algo más cercano a la potencia que ofrecería un netbook, si hoy continuasen a la venta.
Para Intel la motivación parece clara. Ha llegado tarde a la revolución de móvil y las tabletas, donde la arquitectura ARM domina el mercado, pero si hay futuro en el incipiente mercado de los llamados objetos inteligentes mejor tomar la delantera.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/el-gadgetoblog/2013/10/08/el-pequeno-ordenador-que-si-pudo.html