Instituciones como la Fundación Felipe González y la Diputación de Barcelona son las primeras entidades españolas que depositarán sus documentos en el Archivo Mundial del Ártico
Las islas Svalbard, un archipiélago noruego situado en el Océano Glaciar Ártico, se están convirtiendo en el último refugio de la civilización. El proyecto más conocido es la Bóveda Global de Semillas, una construcción subterránea que pretende salvaguardar la biodiversidad de los cultivos del mundo. Sin embargo, muy cerca de allí se ubica una iniciativa no menos ambiciosa: el Archivo Mundial del Ártico.
La idea es muy parecida. Si necesitamos preservar nuestros alimentos ante posibles catástrofes (desastres nucleares, erupciones volcánicas, terremotos, riesgos relacionados con el cambio climático, etc.), también necesitamos proteger nuestros conocimientos, que tienen aún más riesgos por ataques o colapsos informáticos. La empresa noruega Piql se ha encargado de desarrollar el proyecto aprovechando una antigua mina de carbón y desarrollando una tecnología, en teoría, más segura que la digital: almacenan los datos en películas fotosensibles y prometen una duración mínima de 500 años.
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