Macduff Hughes lidera el equipo de desarrollo de Google Translate. El sistema utiliza patrones de millones de traducciones existentes en la web
Aprender un idioma cuesta. Esfuerzo, tiempo y, en ocasiones, también dinero. Pero en pleno siglo XXI no siempre es necesario estudiar una lengua para poder comunicarse en cualquier parte del mundo. Basta con sacar el móvil del bolsillo, abrir un traductor y escribir o dictar una frase. Inmediatamente después, como por arte de magia, el smartphone la traduce a casi cualquier idioma. El traductor más popular es el de Google, que cada día es utilizado por millones de usuarios en todo el mundo y es capaz de traducir más de 100 idiomas. Pero detrás de esa magia que parece tener lugar dentro del terminal hay truco y se llama inteligencia artificial.
Para Macduff Hughes, director de ingeniería de Google Translate, el gran cambio en el modo en el que se realizan las traducciones se produjo en 2016. Fue entonces cuando Google incorporó un sistema de traducción automática neuronal: "El antiguo método de traducción funcionaba frase por frase y palabra por palabra mientras que el nuevo coge la oración completa". “Este nuevo sistema es, paradójicamente, mucho más simple, ya que el anterior tenía en cuenta muchas reglas sobre cómo unir frases y reordenar las palabras”, explica Hughes, que no concreta el número de empleados que trabajan en su equipo.
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