Ayer comentábamos lo que pasa cuando un SSD se “gasta”, es decir, cuando agota sus ciclos de escritura, y pasa a convertirse en una unidad de sólo lectura. La vida útil de un SSD es finita, y, por tanto, dura menos años de escritura de datos que un disco duro (aunque la tasa de fallos mecánicos sea la misma). Ahora, dos vulnerabilidades se aprovechan de ese fallo para corromper unidades.
Dos vulnerabilidades permiten corromper datos e incluso destrozar casi cualquier unidad SSD
Las unidades SSD están formadas por grupos de chips de memoria NAND, la cual está presente en cualquier dispositivo electrónico hoy en día, y que poco a poco va desplazando a los discos duros. Las primeras unidades SSD utilizaban una tecnología llamada single-level cell (SLC), que almacenaba un bit por transistor. Desde 2015, ha empezado a predominar la tecnología multi-level cell (MLC), que permite asociar dos bits por transistor, pudiendo almacenar más información en el mismo espacio.
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