
Aunque hablamos de ataques DDoS de manera habitual, lo cierto es que no se suele profundizar demasiado en las razones por las que se producen. Y como ocurre con casi todo en la vida, siempre hay una razón subyacente. Lo que ha variado, con el paso de los años, es la lista de las posibles razones que se pueden encontrar tras los intentos para lograr una disrupción de un servicio, del mismo modo en que han cambiado sustancialmente los posibles efectos que pueden tener los mismos.
Todavía recuerdo, allá por la ya lejana década de los noventa, algún ataque lanzado por estudiantes desde el campus sur de la Politécnica de Madrid, Biológicas de la Autónoma… obviamente los recuerdo porque no andaba demasiado lejos (si bien nunca perpetre ni participé en ninguno). Eran los primeros tiempos de los ataques DoS, predecesores de los actuales DDoS, y en aquellos tiempos la motivación era comprobar qué se podía llegar a hacer. Tiempos en los que simplemente con un puñado de pings podías demostrar tu «fuerza» frente a unos servidores web que, en la mayoría de los casos, no estaban preparados para repeler un ataque.