El arranque de un sistema operativo, o más bien su velocidad, depende de muchos factores. Uno de ellos es el rendimiento del soporte a nivel de hadware, el propio sistema de almacenamiento. Será más veloz en un SSD que en un disco duro. Pero otro factor es el software, y de todo lo que puede modificar el usuario los programas que arrancan con el propio Windows es lo que más va a afectar si pretendemos un arranque más rápido del ordenador.
Una vez que el sistema operativo se ha cargado, entonces es cuando se tienen que ejecutar los programas instalados. No todos están configurados para abrirse o ejecutarse –también en segundo plano- en el arranque del sistema operativo. Y de los que están configurados de este modo, muchos de ellos son prescindibles. Además, también hay que tener en cuenta que, aunque todos ellos provocarán un determinado impacto sobre el rendimiento del ordenador en el arranque, no será exactamente el mismo. Así que es por ahí por donde probablemente más nos interese empezar.
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