Si algo ha confirmado la guerra de ucrania es que los conflictos bélicos de este siglo no se libran solamente en el campo de batalla. Los cañonazos, los movimientos de tropas o las operaciones de los cazas de combate son solamente una de las vertientes de la explosión bélica. Hay otros campos igual de fundamentales y también feroces y encarnizados como la diplomacia, la economía o la red.
Y en esta última es donde los métodos se vuelven cada vez más sofisticados y peligrosos. En el mundo global e interconectado, una persona con conocimientos informáticos avanzados puede poner en jaque a una gran empresa o a una institución pública sin moverse del sofá. El medio cibernético es una parte fundamental de la gestión estatal. Si esta cayera por completo, naciones enteras podrían entrar en peligro de colapso.
Por suerte, las medidas de seguridad y las precauciones tomadas por los países son lo suficientemente sofisticadas y concienzudas para conseguir desterrar a tiempo grandes amenazas globales que supusieran una implosión a gran escala de consecuencias irreversibles. Sin embargo, esto no quiere decir que las administraciones no tengan continuos dolores de cabeza provocados por la escalada de delincuencia en línea.
Represalias contra Europa
Los ataques cibernéticos coordinados han sido una de las principales armas de Rusia en los últimos tiempos. Y no solo contra Ucrania, también contra los países que le prestan asistencia. A pesar de que, evidentemente, hay objetivos más codiciados por el Kremlin como Estados Unidos, Francia o Alemania, la administración española tampoco se ha salvado de este asedio virtual.