Una de las causas por las que la industria del videojuego ha sido capaz de capear la piratería ha sido el hecho de haber convivido con ella prácticamente desde su nacimiento. Si tomamos el caso del videojuego español basta con comprobar el lapso de tiempo que transcurrió entre el lanzamiento comercial del primer título, La Pulga en 1983, con la aparición de Camelot Warriors, en 1986, juego que contaba con un primer sistema de protección antipiratería por hardware para luchar contra las copias que se vendían en los mercadillos urbanos de Madrid o Barcelona, entre otras ciudades.
En aquel 1986, Dinamic se había convertido en el estudio líder del videojuego español. Nacido sólo dos años atrás, en 1984, la creación de los hermanos Ruiz, que se ha prolongado hasta nuestros días con el nombre de FX Interactive, dominaba el mercado español aunque las cifras de ventas de una industria que daba sus primeros pasos eran más que modestas. Pablo Ruiz, responsable de Dinamic, también cifra en unos pocos miles las ventas de sus principales juegos durante aquellos primeros años. Paco Pastor, responsable de ERBE, principal distribuidora de videojuegos en España en los ochenta también recuerda aquellas cifras modestas: “De un superjuego, un Rambo o un Decathlon, vendíamos cien, ciento cincuenta, doscientas unidades. Del que más, como mucho mil”.
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