En el mundo anglosajón se conoce como patent troll a esas pequeñas empresas, o ciudadanos anónimos, que demandan a otras mayores a costa de la propiedad intelectual de un producto con éxito en el mercado. El matiz peyorativo que confiere "troll" se refiere al hecho de que estas firmas no suelen tener el objeto de fabricar y comercializar nada, sino de topar con un juez despistado que les proporcione una parte del pastel. En torno a un 95% de estas denuncias acaban en nada, pero suponen un peligro potencial lo suficientemente notable como para mantener ocupados los departamentos legales de las grandes tecnológicas.
Según recoge Ars Technica, hace unas semanas Jeff Risher, uno de los abogados internos de Apple, detectó un candidato a colarse entre ese 5% de patent trolls que descuadran los libros de cuentas. Risher comprobó que una de las demandas contra ellos, a cargo de la empresa FlatWorld Interactive, estaba reclutando via email a otras empresas presuntamente afectadas para unirse al litigio contra los de la manzana. El nombre del que llevaba la voz cantante en la cadena de correos le resultó familiar: John McAleese. No tuvo tiempo para hacer memoria, ya que la firma delató a McAleese como abogado en el prestigioso bufete Morgan Lewis & Bockius.
Un abogado de patentes litigando contra Apple, nada extraño salvo por un detalle: Morgan Lewis & Bockius es quien defiende a los de Cupertino en la mayor parte de demandas de este tipo. Indagando un poco más Risher descubrió que McAleese era dueño de un 35% de FlatWorld, la principal promotora de la demanda, y que su esposa Jennifer, también abogado, se postulaba como representante legal de la causa. con el agravante de que John McAleese poseía cientos de carpetas con información confidencial de Apple. La sola posibilidad de que los emplease contra ellos en la demanda fue motivo para que Risher diese la voz de alarma.
El 25 de febrero Apple presentó un informe ante Morgan Lewis & Bockius exigiendo explicaciones por el comportamiento de McAleese. Y, como es una de las firmas legales con más clientes en la lista Fortune 100 de Forbes que es, ante la posibilidad de perder un cliente premium, ML&B decidió cortar por lo sano: McAleese fue despedido y toda la información de su ordenador de trabajo enviada a las oficinas de Cupertino. Y es en estos discos duros donde Jeff Risher y su equipo contemplan, en orden cronológico, como el matrimonio McAleese fabricó una pérfida estrategia para sacar tajada de un dispositivo que Apple iba a lanzar a bombo y platillo: el iPhone.
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Un plan maquiavélico
Cuando John McAleese conoció las primeras características del teléfono, más de un año antes de su presentación, vislumbró dos grandes negocios: el que haría Apple con el teléfono y el que haría él con Apple. En agosto de 2006 fundaba FlatWorld junto a su esposa y el inventor y profesor universitario Slavko Milekic, una suerte de testaferro en la operación. Como es lógico, el primer paso de la startup fue registrar a su nombre un puñado de patentes relacionadas con el control táctil de las pantallas. Los registros serían modificados en diversas ocasiones "para acercarse más a los diseños del iPhone", según reconoce en un correo Jennifer McAleese. En varios correos John da indicios, además, de que en Morgan Lewis & Bockius están al corriente de la situación.
Tan bien circulaba la información que, una semana antes de que Steve Jobs se subiera a las tablas para enseñar al mundo el primer smartphone, el tráfico de emails se disparó en la cúpula de FlatWorld. Los dos más contestados tenían estos encabezados: "Posible infracción de patentes de Apple" y "Litigio potencial por el iPhone".
Los McAleese iban a por todas. FlatWorld incluso trató de asociarse con Rembradt IP, el más pujante de los patent trolls, una compañía célebre por comprar patentes para lanzárselas a los grandes fabricantes con pingüe resultado. También se pondrían en contacto con Micrsoft, Google y Nokia. Curiosamente solo la finlandesa mostraría interés, lo que desconcertó a Jennifer. En su mensaje a su marido, la abogado de FlatWorld escribía: "¿Van a venir desde sus oficinas en Copenhague (sic)? Si es solo una patente norteamericana...". En cualquier caso, nadie se subió al carro y los McAleese se vieron obligados a demandar a pecho descubierto.
Juicio detenido
El juez decidió para la demanda cuando Apple presentó 100 folios de pruebas contra el matrimonio McAleese y FlatWorld. John tiene hasta el 11 de junio para ofrecer su versión al tribunal, que hasta ahora pasa por asegurar que en ningún momento aconsejó ni trató con su mujer el tema de la demanda a Apple, en la que solo figura ella. Hasta entonces prefieren mantener silencio ante la prensa, a sabiendas de que se enfrentan no solo a una montaña de pruebas, sino a una hipotética demanda de Apple por intento de estafa y a la más que probable inhabilitación de ambos.
Con todo, la pregunta clave es: ¿por qué Morgan Lewis & Bockius permitió que McAleese pusiera en riesgo a uno de sus mejores clientes? Porque es ahí donde está el big deal. Porque en un acuerdo amistoso con Google caben las minutas de cientos de minutas legales. En los últimos años se ha disparado el número de abogados de grandes firmas que demandan a Samsung, Google o LG por patentes. No todos son despedidos como McAleese; los hay que ganan los juicios y son ascendidos.
¿Actúan siempre a espaldas de quien les paga? Cuesta creerlo. Más que eso, como plantean en Ars Technica, cabría preguntarse cuántas corporaciones hay detrás de esas startups que conocemos como patent trolls.
http://www.elconfidencial.com/tecnologia/2013/06/03/apple-traicionada-por-uno-de-sus-principales-abogados-de-patentes-5010/