Llaman a la puerta de casa y es el librero de la esquina. "Antes de las 12, como me habías pedido", dice sonriendo, y entrega un ejemplar en edición de bolsillo de 'Das Salz der Erde', de Daniel Wolf, por el que el cliente ha pagado a través de internet 9,99 euros. "Comenzaré a leerlo hoy mismo, en el tranvía camino al trabajo", le responde el inquilino de la vivienda, en un cuarto piso de la calle Alt Moabit de Berlín. Se emplazan mutuamente para charlar sobre el libro en la próxima visita que el cliente habitual hará a la pequeña librería del barrio, y se despiden satisfechos.
"Esta es la forma en que podemos competir con portales como Amazon", explica otro librero, instalado en el barrio berlinés de Prenslauerberg. "Recibimos las peticiones por internet o por teléfono, que es mucho más personal. Asesoramos a los lectores mucho mejor de lo que lo pueda hacer Amazon, gracias al trato directo y a que sabemos lo que busca cada cliente con más detalle. Tenemos los encargos de un día para otro y los entregamos en mano. Eso quiere decir que solamente podemos entregar a domicilio en muy pocas manzanas a la redonda, porque ese servicio no puede suponer costes adicionales, pero somos pequeñas librerías de barrios cuya clientela está suscrita más o menos a esas pocas manzanas, así que no supone un gran cambio", explica.
Los libreros que optan por dar este servicio en Alemania, ofrecen además una serie de etiquetas a las que los grandes portales no pueden aspirar y con los que fácilmente conquistan al cliente. "Somos socialmente responsables y eso es muy apreciado en el barrio. Cuando un cliente compra en Amazon sabe que los impuestos de esa actividad comercial no se quedan en Alemania, sino que se van a Luxemburgo o vaya usted a saber a qué isla de forma anónima. Cuando nos pide el libro a nosotros sabe que los impuestos vuelven al barrio y que sirven para gestionar nuestra vida en común", señala Dorothw Junck, una librera de la ciudad de Colonia que ha imbricado en su vida personal la rutina de la entrega a domicilio con gran satisfacción. "Hago un par de entregas al día, más o menos, y cada una me lleva media hora. Ese paseo por las calles del barrio, subir un par de escaleras, me está sentando muy bien. Ahora estoy más en forma", se felicita.
Muchos de estos libreros están asociados a la red alemana 'buy local', un sello de garantía que reúne a pequeños comercios comprometidos con el desarrollo y mejora de la calidad de vida de su barrio. La librería Blume, por ejemplo, que cumplirá 150 años en 2015, es un referente de la pequeña localidad de Oerlinghausen, ya que colabora activamente con el colegio local y con la guardería, mantiene un estrecho contacto con el club deportivo y con la escuela de música y tiene una cartera de unos 500 clientes fijos que saben de sobra que, el día que Blume no pueda mantenerse, el pueblo se quedará sin librería. Ese es el valor añadido que tienen su productos y su seguro de vida.
Hildegard Genniges y sus empleadas, en la librería de Hauptstrasse de Berlín, creen firmemente en el sentido del pequeño librero y en su servicio, tanto al cliente individual como a la comunidad de la que forman parte, que va mucho más allá de lo que pueda ofrecer Amazon.
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/11/cultura/1381478221.html